Powered By Blogger

sábado, 11 de abril de 2020

Un amor imposible


Sentía que el corazón se le salía por la boca, su respiración era tan acelerada que creía que estaba hiperventilando... Todo lo que veía a su alrededor le resultaba excitante y maravilloso. Sentía la expectación, tanto tiempo esperando ese momento, sus ansiadas vacaciones y su viaje a una tierra que prometía muchas aventuras.
Al salir del aeropuerto, allí lo vio, con los nervios pintados en el rostro, buscando entre las caras de la gente que pasaba, ella sonrió de pura ternura, su amigo siempre provocaba esa reacción en ella, su inocencia saltaba a la vista. Cuando la vio, sonrió tímidamente, realmente ninguno sabia como reaccionar, ella dio el primer paso y se acercó a saludarlo. Esperaba una bienvenida mas cálida, pero los nervios influían demasiado en ambos y apenas se dieron dos besos.
Él, todo caballero, cargo su maleta hasta el taxi, no comenzaron a hablar hasta pasados unos minutos allí sentados. En principio la conversación era normal, las típicas preguntas respecto del viaje, intentando que esa confianza que tan especial y fluida era por teléfono, también lo fuera cara a cara. Poco a poco comenzaron a soltarse mas y llegaron a casa de él riéndose. Nuevamente él cargo sus maletas y le abrió la puerta para dejarla pasar primero. No había nadie mas en casa y eso la hizo sentir algo incomoda, pero no se dejó llevar por la sensación y lo siguió hasta la que iba a ser su habitación.
-Puedes dejar tus cosas aquí y ponerte cómoda. Te he calentado el agua por si quieres ducharte y allí te he dejado toallas limpias. ¿Tienes hambre? ¿Quieres que te prepare algo? ¿Necesitas algo mas?
Parecía desvivirse por darle todas las comodidades, consciente de que vivían en mundos muy diferentes. Ella sonrió y negó con la cabeza para si misma, no tenía costumbre de tener la atención total de alguien o que se preocuparan tanto de su bienestar.
-Si comes conmigo, entonces si.
Él salió deprisa por la puerta y se puso manos a la obra en la cocina. Ella abrió la maleta y saco ropa limpia, fue al baño y se dio una ducha caliente. Todo era muy diferente a lo que estaba acostumbrada, no había lujos, pero eso no le importo, se sentía a gusto y tranquila y eso para ella era el paraíso. Después de tanto estrés y tantos problemas, por una vez se sentía lo bastante lejos de todo para poder respirar con calma. No importaba nada mas en ese momento.
Al ponerse ropa limpia se sintió mucho mejor y salió tímidamente del baño. Siguió el ruido hasta la cocina y allí lo vio de espaldas, concentrado en lo que cocinaba. Se quedó de pie a un lado mirándolo... "¿Como alguien tan joven puede ser tan apañado?" pensó. Por momentos era fácil olvidar que ella era mucho mas mayor. Sacudió la cabeza para espantar las ideas que la rondaban, se había prometido no pensar mas, merecía un descanso. Él se volteo y la vio allí de pie pensativa. No pudo evitar que le invadieran las dudas. ¿No estaría a gusto en su humilde casa? ¿Y si no le gustaba la ciudad? ¿Se llevarían tan bien como lo hacían a la distancia? ¡Cuantas cosas en las que pensar! Sacudió su cabeza intentando desprenderse de todos estos pensamientos. Ambos levantaron la cabeza al mismo tiempo y sonrieron con timidez al darse cuenta de que habían hecho el mismo gesto. Él preparo la mesa de la cocina y puso 2 sillas, colocó los platos a cada lado y corriendo una de las sillas le hizo un gesto con la mano de que se sentara. Ella se acercó lentamente y se sentó mientras reía nerviosa. Miraba el plato maravillada, le había preparado el plato mas autóctono en solo un momento y se sintió halagada.
-Espero no haberme equivocado, he intentado recordar todo lo que te gusta.
Su sonrisa era amable y eso le inspiraba confianza. Sin decir nada, dio un mordisco y cerró los ojos de puro gusto. Los sabores la llevaron a otro mundo en un momento, como una confirmación de que al fin había llegado a donde quería estar hacia tanto tiempo. 
-Está increíble, gracias por prepararlo, no he comido nada tan rico nunca.
Él soltó un pequeño suspiro de alivio y se dispuso a comer con ella. A medida que comían, charlaban mas distendidos y al final de la comida, era como si se vieran todos los días. Desapareció la tensión del momento de llegada y reían y hacían bromas tal cual como cuando hablaban por teléfono. Lo siguió hasta la habitación de él mientras charlaban, parecía todo muy natural y olvido lo incomoda que se sintió de estar los dos solos al principio. Él puso música y se sentó en una silla, mientras ella se sentaba en el borde de la cama. Tenían casi los mismos gustos, así que comenzaron a cantar las canciones que iban pasando mientras reían a carcajadas. Se sentía bien poder ser ella misma, sin preocuparse de hacer el ridículo, sin necesidad de parecer seria y adulta, solo se estaba divirtiendo como siempre había querido, recuperando una parte de ella que parecía había perdido, sin preocuparse ni pensar en nada, dejaba libre su niña interior por una vez después de mucho tiempo y eso la inundaba de una felicidad absoluta.
El viaje había sido largo y agotador y sin darse cuenta había comenzado a recostarse en la cama, estiraba sus músculos hasta que al final quedo tumbada en ella mientras continuaban riendo y conversando de todo. No había temas serios, solo recuerdos de momentos graciosos. Habían compartido demasiados momentos de risas y lagrimas y parecían tener un sin fin de historias para seguir riendo. De manera casi imperceptible para ambos, él también se sentó en su cama y así continuaron perdidos en el tiempo. Sin darse cuenta como, el sueño la venció y se quedó dormida, él se quedó viéndola dormir, le daba pena despertarla para que se fuera a su cuarto, así que simplemente se tumbó a su lado, lo más alejado que pudo de ella. En ese momento se sintió contento de tener una cama doble. Se quedó viéndola dormir, su rostro lleno de paz le resultaba relajante, hasta que al final, sin darse cuenta, también cayo dormido.
Se despertó desorientado, pero salió rápidamente de su sopor cuando se percató de que estaba a apenas 2 cm del rostro de ella. Sus ojos se abrieron como platos mientras la contemplaba inmóvil. Al ser consciente de la proximidad, sintió unas ganas irrefrenables de besarla, pero sabía que no podía.  ¿Cómo podía pensar en una cosa así? Sabía que era algo imposible, ella no lo aceptaría.  Ya hacía mucho tiempo que sabía que ella le gustaba, pero la diferencia de edad no le permitía concebir esperanzas. La observo maravillado. ¿Hacia cuanto que no se sentía así con alguien? Lo pensó por un momento... No, nunca se había sentido así con nadie. Con ella se sentía cómodo, pudiendo ser él mismo, sin miedo a ser juzgado. Le hacía sentir seguro y feliz, aunque solo fuera con una simple charla, siempre le sacaba una sonrisa. "¿Se dará cuenta si solo rozo sus labios?" -  pensaba muerto de miedo. Comenzó a acercarse con titubeo, no sabía si estaba siendo muy valiente o muy estúpido. ¿Y si se enfadaba con él ?. Un ruido interrumpió sus pensamientos y lo hizo saltar de la cama y ponerse en pie. Alguien estaba entrando por la puerta de entrada. El corazón le iba a mil, a pesar de que no estaba haciendo nada, se sentía como si lo hubieran descubierto cometiendo un delito. Salió por la puerta a toda prisa a saludar a su madre que ya estaba en la cocina e intentando que no se notara que acababa de despertarse.
Ella abrió los ojos lentamente y entonces salto de la cama. "¡Oh Dios mío, me he dormido en su cama!" - pensó muerta de vergüenza. Sintió la rojez en sus mejillas y el temblor en sus labios y en sus manos. El sonido de una conversación en la cocina interrumpió esta oleada de sentimientos en ella. Puso atención a la conversación mientras se acercaba a la puerta de la habitación. Él y su madre hablaban mientras guardaban la compra.
-Oye, pero... Solo son amigos... ¿Verdad ? Eres muy joven para ella, no serias feliz. Piensa que ella envejecerá primero y a ti te tocara cuidarla y eso es una carga para ti, tu tienes que vivir y salir mas...
-Mama ya! - Le interrumpió él con desesperación. - Solo es mi amiga ¿Si? No voy a casarme con ella ni nada de eso, solo está de vacaciones y hemos querido vernos y pasar unos días agradables, ya deja de montarte toda la película. Además, aunque yo quisiera que fuera diferente, ella piensa como tú, que soy muy joven y que no tengo nada que hacer con ella, así que no te preocupes y solo disfruta de la visita.
Ella se quedó paralizada frente a la respuesta de él... "¿Como que aunque él quisiera que fuera diferente? ¿Es que él quería que las cosas fueran diferentes?" Claro que siempre había habido un inocente tonteo entre ellos, pero ella pensaba que él se vería demasiado joven y lejos como para intentar nada. "Será que nunca me dijo lo que realmente sentía?" pensó. Todos estos pensamientos se volvieron a ver interrumpidos cuando escuchó como el padre de él entraba por la puerta. Ella se ruborizó de inmediato, se sentía una espía en ese momento y temió ser descubierta, pero sus miedos pronto se disiparon cuando el hombre la saludo alegremente.
Se sentaron todos juntos en el salón a platicar. Había miles de preguntas para ella, pues a pesar de que sabían de su existencia desde siempre, era raro para ellos que su hijo tuviera una amiga tan mayor. Él se moría de la vergüenza. ¿Cómo podían sus padres interrogarla como si fuera una delincuente? ¿Acaso él estaba haciendo mal en ser amigo de alguien mas mayor? Ella no se dejaba intimidar, respondía a todas sus cuestiones de manera educada, comprensiva y sincera. Una vez pasado el interrogatorio, cenaron todos juntos y seguidamente cada uno se marchó a su habitación. Él se tumbó en su cama y comenzó a pensar en lo que había ocurrido por la tarde…  ¿Por qué había sentido esas ganas de besarla? ¿Por qué solo con ella se sentía de esa manera? Había estado con mas chicas, por supuesto que de su edad, pero con ninguna le había latido el corazón tan rápido al verse tan cerca de sus labios. ¿Debía contárselo a ella? No, ni hablar. Si se lo decía, ella le diría que estaba loco o confundido. Pero él estaba seguro de cuanto le gustaba ella, no podía negarse a si mismo. ¿Y si ella le rechazaba? ¿Y si eso le hacía perder su amistad? No quería arriesgarse a perderla, así que decidió simplemente callar. 
Ella se tumbó en la cama y respiró hondo. ¿Habría pasado algo mientras ella dormía? ¿Se habría dado cuenta si él hubiera intentado algo? No, su amigo no era de ese tipo de hombres. ¿Por qué le daba vergüenza haberse dormido en su cama? No había pasado nada y ellos siempre habían sido amigos, si algo pasara, él se lo habría contado… ¿O no? Se puso a pensar en la conversación que él había tenido con su madre en la cocina. Comprendía la preocupación de esa mujer, su hijo era un tesoro y, para ser sincera consigo misma, ella, como amiga, le habría dado el mismo consejo. “Vive” – le habría dicho – “Vive primero, equivócate y crece, pero con alguien mas acorde a ti, no con una vieja a la que luego tengas que cuidar y te arrepientas de esa decisión”. De hecho, siempre se lo había dicho, quizás no directamente, pero siempre le aconsejaba que no tuviera prisa en vivir determinadas experiencias. Ella sabía que él había salido con otras chicas, pero ninguna relación le había llenado, siempre se quejaba de su mala suerte con las mujeres y que siempre le gustaba a las chicas mas interesadas y tontas. Su mente era madura para su edad, a veces tenía tonterías dignas de su inexperiencia e inocencia, pero se sabía un chico responsable y serio. Ella había sido así también en su juventud, una vieja prematura, alguien con una responsabilidad y una seriedad para nada características de esa edad. Quizás por eso le comprendía tanto a él, porque sus situaciones eran bastante parecidas y ella sentía la necesidad de protegerlo de las malas decisiones a las que te puede llevar una cabeza muy pensante. Ambos eran tan pensantes como emocionales. Tenían su lado sensible y una visión del mundo que casi nadie compartía. Podían tacharlos de dramáticos, pero las decepciones y el sufrimiento guardado los habían hecho personas dificiles y diferentes.
Desde su habitación, ella podía escuchar la música. El había intentado ponerla a bajo volumen, pero ella tenía buen oído. Miró la hora en su teléfono… “Han pasado 2 horas y yo aquí pensado” se dijo. ¿Estaría mal si ella fuera a la habitación de él a charlar? A través  del teléfono estas dudas no surgían, todo parecía mas fácil. Ella no tenía sueño y sabía que charlar con alguien no era nada malo, así que se levantó y salió muy despacio de su habitación. Al llegar a la puerta de él, volvió a dudar… “¿Pensará mal de mi al presentarme en su habitación en plena madrugada?” Dio 2 golpecitos tímidos en la puerta, casi como para que no los oyera, como queriendo boicotearse a si misma y tener una buena razón para volver a su habitación. Para su sorpresa, él abrió la puerta casi al momento.
-¿Qué haces aquí? ¿Pasa algo? – le preguntó preocupado.
-No…solo que no puedo dormir y he escuchado la música…- dijo ella bajando la mirada, casi sintiendo vergüenza de verse allí de pie frente a su puerta. Él la observaba como jugueteaba con sus dedos de manera nerviosa y eso le hizo sentir una ternura que nunca había experimentado.
-Pues pasa –le dijo el sonriéndole- no vas a quedarte ahí de pie… ¿Verdad?
Ella entró en la habitación y se quedó de pie frente al computador.
-Me gusta esa canción – le dijo ella sonriendo.
El pasó por su lado y la invito a sentarse. Ella de manera lenta se sentó en la silla y él se colocó en una esquina de la cama. Al principio estaban muy callados, pero poco a poco la música los fue tranquilizando y comenzaron a hablar sin parar, tal como les había pasado por la tarde. En algún punto de todo, las risas cesaron y comenzaron a tocar temas más serios. Ella le contaba sobre su trabajo, cuanto le gustaba, pero cuan agotador era al mismo tiempo. Él hablaba de sus estudios y de cuanto los odiaba, el colegio no le era un sitio cómodo y ella se sentía muy identificada con las sensaciones que le describía, ya lo había vivido y sabía que no era agradable. Extrañamente su infancia se parecía mucho a la que él estaba teniendo.
-¿Y no te gusta ninguna de tus compañeras? – pregunto ella de manera inocente. Él se encogió de hombros y simplemente negó con la cabeza. Ella sonrió y volvió a la carga.- ¿No será que no lo has intentado? Yo estoy segura que alguna habrá por ahí muy interesada en ti, eres un chico guapo y bueno, cualquier niña querría estar contigo…
Él bajó la mirada y se sonrojó. ¿De verdad lo pensaría así o solo se lo decía para hacerlo sentir bien? Y si era verdad… ¿Ella sería una de esas chicas que estaría tan encantada de estar con él? Sacudió la cabeza intentando desprenderse de este pensamiento. Ella era su amiga. Si, su amiga…la que siempre estaba pendiente de él y le hacía tan feliz con solo una llamada. Aquella de la que una vez estuvo seguro de sentirse enamorado, pero que ocultó por si acaso. Pensaba que eso no había sido mas que una confusión por su parte, pero se sentía extrañamente protector y celoso de ella, siempre quería hablarle y saber como estaba, siempre buscaba la mas mínima excusa para retenerla al teléfono el mayor tiempo posible. Quizás no era la tontería de un adolescente, quizás realmente estaba interesado en ella… Se limitó a quedarse con la cabeza baja y casi en un susurro le contestó – “Si eso fuera verdad, tu estarías conmigo” – y se arrepintió de ello en cuanto salió de su boca, casi rogaba porque ella no lo hubiera oído.
Ella quedó paralizada… ¿Realmente había oído eso o solo fue producto de su imaginación? ¿Eso quería él o solo fue una broma para salir del paso? No, la respuesta fue demasiado llena de vergüenza para ser una simple broma de las que solían hacer. “Oh no!” - pensó – “No puede verme de ese modo”. Lo miró con los ojos como platos, el seguía sin levantar la mirada. Si, era su amigo, era casi un niño para ella… Un niño que la había tratado mejor que cualquier otro hombre, que se preocupaba por ella y siempre le sacaba una sonrisa. Incluso cuando era incapaz de comprender las cosas, la apoyaba y le hacía sentir que siempre estaba a su lado. ¿Cuántos “hombres” habían hecho eso por ella? ¿Cuántos eran capaces de preguntarle como estaba o como se sentía sin pedirle nada a cambio? ¿Acaso alguno de esos patanes había siquiera pensado en ella y en lo que quería? ¿Le habían pedido su opinión? Él era el único que siempre estaba interesado en saber sobre lo que ella pensaba o sentía, algo irónico, ya que era el único que no tenía siquiera la posibilidad de verla.
-Si yo fuera una de esas niñas, estaría loca por ti.
¿Pero que había hecho? ¿Cómo podía haber salido esa frase por su boca? Si, siempre lo había pensado, pero era algo que se permitía pensar y no verbalizar. ¿Qué iba a pensar él ahora? Muy lentamente él levantó la mirada y clavó sus ojos en los de ella. ¿De verdad había dicho eso? La vio sonrojarse a tal punto que parecía sencillamente un tomate. Una esperanza invadió su pecho, no pudo contener las palabras en su garganta, sin poder moverse y lleno de vergüenza, su boca comenzó a decir lo que sentía y no pudo hacer nada para callarlas.
-No necesito que seas una niña, tu vales mas que cualquiera de ellas. Yo no quiero una niña, quiero una mujer y tu eres la mas hermosa y especial que he conocido.
Una nueva oleada de sangre invadía las mejillas de ella y la dejaba al descubierto en su vergüenza. ¿Cómo había llegado la conversación a este punto? ¿Por qué de repente sentía ganas de abrazarlo y decirle que todo iría bien? Sentía que se estaba volviendo loca, él era un niño a su lado, no podía estar diciéndole todo aquello enserio. ¿De verdad ella había provocado aquello? Quería salirse por la tajante, pero no encontraba la manera. Por un lado, algo en ella quería creérselo y pensar que realmente alguien de su edad podía fijarse en una vieja como ella. Por otro, sentía miedo de que esto no fuera mas que el desvarío de un niño confundido, que simplemente se sentía solo y había malinterpretado todo. ¿Podía llamar amor a algo así o simplemente eran los desvaríos provocados por las hormonas de un adolescente? Ella se quedó muda y pensativa y a él lo inundo el pánico. ¿Habría dicho lo que no debía? ¿Ella se ofendería? ¿Saldría corriendo? Ninguno de los dos sabía exactamente como reaccionar, pero sacando valor de Dios sabe donde, él dio el primer paso y habló.
-Lo siento, hace mucho que me pasa, no quería decírtelo porque me daba miedo que me dejaras de hablar al saberlo. No sé como, ni cuando, solo sé que un día me enamoré de ti y desde entonces no te has ido de mi cabeza. Quiero estar contigo, pero tu amistad vale mucho para mi y no he querido perderla, por eso ninguna otra me parece lo bastante buena, por que en mi cabeza solo estas tu. Te prometo que no pretendo nada, si me rechazas yo seguiré siendo tu amigo y te tratare como siempre, solo quería ser claro y honesto con mis sentimientos. Me gustas y no puedo evitar que eso pase, pero siempre respetaré lo que pienses y decidas.
Los nervios hacían que él tartamudeara un poco y que hablara mas deprisa de lo normal, casi sin coger aire, las palabras se atropellaban una tras otra al salir por su boca. “No es cierto, esto no me puede estar pasando” – pensaba ella – “Es muy joven, no sabe lo que esta diciendo”. Él esperaba pacientemente la reacción de ella, el miedo no le permitía moverse, quería que le dijera que le correspondía, pero le resultaba mucho mas importante no perderla. Si tenia que seguir siendo su amigo, lo aceptaría, lo que sea menos perder a una persona tan importante para él. Ella se levantó de la silla lentamente y se acercó a la puerta, pero él corrió hacia ella y le obstruyó el paso. No podía dejarla ir así, tenía que intentar salvar lo que quedaba de esa amistad como fuera. Pero ella seguía sin reaccionar, ensimismada en sus pensamientos, ausente de todo en aquel momento. A pesar de las edades, él era mas alto que ella y no lograba ver la expresión de sus ojos, así que se agachó un poco para intentar ponerse a su altura mientras se acercaba con cautela, no quería asustarla, solo saber en que punto les dejaba toda esta confesión. Por un momento se arrepintió como nunca de haberlo dicho, sentía que lo había arruinado todo. Entonces se acercó lo suficiente para ver los ojos de ella llenos de lágrimas. ¿Lloraba de pena o de alegría? Dudó un momento, pero levantó su mano muy despacio y la tomó del rostro, le levantó la cabeza para verla mejor y le dijo “Tranquila, no llores por favor”. Ella no podía contener las lágrimas, no sabía que le pasaba pero de un momento a otro solo sentía ganas de llorar, la tensión del momento le resultaba frustrante, no sabía como proceder, no quería herirlo pero tampoco salir herida. “Si me lo hubiera dicho antes…”- pensaba una y otra vez. En realidad sabía que nada habría cambiado, solo le habría explicado su confusión y todo habría quedado en un recuerdo gracioso, pero vio tanta sinceridad en su rostro que no pudo bromear al respecto. “No puedo perderlo” – pensaba – “Él es mi único gran apoyo ahora mismo”. Le temblaban las manos y se le había formado un nudo en la garganta, no podía hablar a pesar de que quería aclararlo todo. En ese momento, solo se le ocurría huir de esa habitación y pensar las cosas con mas calma, pero él entorpecía su paso y ahora, además, estaba haciendo que él se sintiera mal por que no podía controlar sus lágrimas. Él se conmovió, un sentimiento de querer protegerla y cuidarla de todo lo invadió tan fuertemente que no pudo contenerse, sin darse cuenta dio un paso al frente y la abrazo todo lo fuerte que pudo y pasados unos segundos, sin ser siquiera consciente de como su cuerpo estaba actuando, levanto su rostro una vez mas y la besó. Su llanto cesó inmediatamente. Eso era mas de lo que podía soportar en ese momento. Lo empujó lejos de ella y salió corriendo de la habitación. Él se sentó en la cama y se sujetaba la cabeza. ¿Por qué había hecho eso? Ahora si que ya no había remedio, seguramente ella se iría y no volvería a verla o a hablarle. ¿Cómo había podido sobrepasar así el limite?. “¿Pero que me ocurre?” – se decía a si mismo lleno de frustración.
Ninguno de los dos logró dormir esa noche. A la mañana siguiente, ambos se morían de la vergüenza y no querían salir de sus respectivas habitaciones. Ella dudaba si debía irse de allí o simplemente aclarar las cosas. No dejaba de acariciarse los labios, había sido un beso fugaz, pero no por ello dejaba de parecerle dulce, aunque cargado de ansiedad. Cuando todos los demás salieron de la casa, ella se asomó por la puerta. Parecía no haber nadie, pero al llegar a la cocina él le había dejado el desayuno preparado y una nota que decía “Lo siento, por favor, déjame explicarme”. ¿Qué debía hacer? Estaba claro que ella le gustaba, pero… ¿Ella tenía claro si él le gustaba? ¿Acaso podía corresponderle? ¿Era correcto que todo aquello pasara? No, eso no era posible, la diferencia de edades era demasiada, seguramente todo había sido una simple confusión. Pero entonces… ¿Por qué se sentía tan nerviosa en su presencia? ¿Por qué no dejaba de recordar ese beso tan corto? ¿Por qué le había parecido corto? ¿Acaso realmente habría querido que durara mas? “Bueno, se supone que yo soy la adulta” – se dijo a si misma. Se armó de valor y golpeo su puerta, escucho como él salió corriendo a abrirla. “Vamos, has rechazado a muchos chicos antes, no es necesario herirlo, solo hay que hablar” – se repetía una y otra vez mientras cruzaba la puerta. Se sentó en la silla sin decir palabra, él ni siquiera cerró la puerta, se sentó en la cama mirándola fijamente, pensando en como explicar todo aquello, en como disculparse… Pero no pudo mas y se quebró.
-Perdóname – sollozaba una y otra vez – Perdóname por favor, yo no quería hacerte sentir mal, no quería que lloraras. Te prometo que nada cambiará entre nosotros, solo no me dejes, no quiero perderte, no puedes dejarme solo….
Su voz se quebraba todo el tiempo. Se sentía impotente. El miedo inundaba todo su ser, no quería perderla, pero sabía que merecía su desprecio, había cruzado el límite de lo permitido. Las lágrimas se le caían sin control. Ella no pudo con esa imagen. Se levantó de la silla y camino hasta la cama, se arrodillo frente a él, le apartó las manos del rostro con suavidad y limpió sus lágrimas. Él apartó el pelo de ella con una mano y la miro a los ojos. “Yo te quiero, no me dejes solo” le dijo casi en un susurro. Se miraron a los ojos y de repente sintieron el mundo desaparecer. Él sintió nuevamente las ganas de besarla, pero el miedo de volver a fastidiar la situación lo tenía paralizado. Ella desconectó la mente durante unos segundos, se acercó a él lentamente, a solo 2 centímetros de sus labios se quedó quieta, mirándolo a los ojos, retrasando el momento del beso, dudando sobre lo que estaba haciendo. Él no pudo con el suspense y se precipitó contra ella. Se encontraron en un beso cargado de tensión, pero que pronto se volvió dulce e intenso. No podían pensar, no había nada mas en el mundo que ellos dos fundiéndose en un beso, un beso que ninguno de los dos había tenido jamás. Fue extenso, lento y lleno de ternura. Poco a poco sus respiraciones se aceleraron, y la ternura iba desapareciendo para volverse todo cada vez mas intenso. Ella notó esto y lo apartó con suavidad. Se quedaron mirándose a los ojos y entonces ambos sonrieron. Se sobresaltaron al escuchar la puerta, cada uno se acomodó en una punta de la habitación, escondiendo la mirada el uno del otro, la vergüenza los inundaba. Volvieron a escuchar la puerta cerrarse y ambos soltaron un suspiro, como si hubieran estado sosteniendo la respiración y rieron nerviosos al darse cuenta de esto. Ella se dispuso a salir de la habitación, pero él la tomó del brazo para frenar su huida. La abrazó con fuerza y le susurró un “Te quiero” al oído. Ella se ruborizó por completo y al levantar su mirada, él volvió a besarla, con calma, con dulzura, disfrutando del roce de sus labios. Él no podía siquiera cerrar los ojos, se deleitaba viendo el rostro de la mujer que quería disfrutando de sus besos. La cogió por la cintura la apretó contra él, vio como sus mejillas se enrojecían y su respiración se agitaba. No importaba nada, de repente las diferencias de edad o sociales carecían de sentido, eran ella y él expresando un cariño que sabían prohibido.
El teléfono sonó y les devolvió la consciencia de lo que hacían. Se separaron como si hubieran sido descubiertos, ella recuperó el aliento y atendió el teléfono, él se quedó detrás de ella abrazándola, con su cabeza apoyada en uno de sus hombros, aspirando su aroma, disfrutando del tacto de su piel. Ella hablaba rápido y nerviosa, sonreía de un modo tonto e intentaba mantener el hilo de la conversación. Cuando colgó, volteo a verlo, él tenía la misma sonrisilla tonta, la tomó de las manos y volvió a acercarse a ella.
-Para, espera… No está bien… Tenemos que parar, esto no puede pasar.
Él llevó las manos de ella a su pecho, el corazón le latía con tanta fuerza que parecía que iba a salir disparado hacia afuera. Ella sonrió tímidamente. ¿De verdad provocaba esa reacción en él? Puso atención a sus propios latidos, su corazón también latía desbocado. ¿Desde cuando pasaba esto? Ella nunca había notado nada parecido. “¿De verdad es tan malo dejarse llevar?” – pensó para si misma. Con una de sus manos, acaricio el rostro de él y le sonrió. Se veían felices el uno al lado del otro, no había nada en que pensar, solo había mucho que sentir. Ella se puso de puntillas y volvió a besarlo, mientas sus brazos rodearon el cuello de él. Sus respiraciones se aceleraron una vez mas y ambos comenzaron a acariciarse desde el pelo hasta donde llegaban el largo de sus brazos. La ternura se convirtió en desesperación, buscaban la boca del otro con anhelo absoluto. Sin dejar de besarse, él la guio hasta la cama y la recostó con cuidado. No había tiempo de pensar que, si alguien entraba, los vería. No podían centrarse en nada mas que acariciarse y saciar la sed que tenían el uno del otro. Se acariciaban con pasión, como nunca antes ninguno lo había hecho con nadie mas. De repente él olvidó que era su primera vez, no había nervios en su ser, solo ansias de estar con la mujer que quería y que tanto había esperado. Ella se decidió a apagar su mente, no quería arruinarlo, solo se sentía feliz y quiso disfrutar esa sensación al máximo, hacia demasiado tiempo que no se sentía así en los brazos de alguien. Sin darse cuenta, ambos se perdieron entre las sabanas.
Él despertó el primero, se sentía confuso al principio, pero la sensación de felicidad que lo inundaba era inigualable, nunca antes había sentido algo así en su vida. Bajó la mirada y la vio a ella, abrazada a él, rodeando su cintura y durmiendo plácidamente. Su pelo estaba revuelto y su lápiz labial había desaparecido. Fue entonces que al contemplar su rostro al natural, lleno de paz y con una leve sonrisa en sus labios, que comprendió que estaba irremediablemente enamorado de ella. Nunca había sentido algo así por ninguna otra chica. Ella había sido la primera en tocarle el alma, en llenarlo de ternura y amor incluso estando lejos, había sido la primera en desnudarlo, aceptarlo y comprenderlo incluso cuando ni el mismo podía hacerlo. Solo ella había conseguido besarlo de esa forma, acariciarlo a ese nivel… “Si esto es un sueño, no quiero volver a despertar”   – pensó en sus adentros. Se sentía alguien diferente, por primera vez se sentía feliz sin necesidad de aparentarlo, algo dentro de si mismo había cambiado en el momento en que la había besado por primera vez. Se quedó allí, abrazándola, contemplando su rostro, sonriendo como un niño al que acababan de dar el mejor de los regalos, era incapaz de disimular la felicidad que sentía en ese momento.
Ella despertó e inmediatamente noto el calor del cuerpo de él. Se asustó. “¿Que he hecho?” se dijo entrando en pánico. Se quedó con los ojos cerrados, pensando en cómo salir del embrollo. ¿Por qué había hecho esto? Acostarse con él era lo único que estaba prohibido y fue lo primero que hizo. ¿Por qué no había podido resistirse? Nunca antes le había pasado, ella siempre había sabido resistir ante quien fuera, siempre se tomaba su tiempo para hacer las cosas y analizar las opciones… ¿Por qué su mente había desconectado de esa manera con él? ¿De verdad el había calado tan hondo en ella? Ella seguía sin saber que hacer, pero entonces notó como la mano de él paseaba por su rostro, la acariciaba con suavidad mientras con la otra mano la apretaba mas contra si mismo. Algo dentro de ella se rompió, ya no podía seguir una lógica, sus sentimientos la inundaron por completo, ya no era dueña de si misma y tampoco le importaba. Con una gran sonrisa abrió los ojos y lo miró fijamente, él le devolvió la sonrisa y le dijo “Te amo” para luego besarla.
-No sabes lo difíciles que han sido estos años esperándote. Siempre supe que quería vivir esto contigo y con nadie mas… Y ahora sé que esperarte fue la mejor decisión que he tomado. Te amo y ahora mismo me da igual todo, solo quiero estar contigo. Eres la única mujer que puede hacerme tan feliz
Ella rio con timidez y se quedó ensimismada acariciando su pecho. Era delgado, pero desprendía un calor que por momentos era sofocante. Se sentía extraña, estaba cómoda, no sentía ganas de esconderse bajo las sabanas, sus piernas estaban al descubierto y no le importaba, sus inseguridades habían desaparecido en un momento.
¿Cuándo se había hecho de noche? Ambos se levantaron a regañadientes y se vistieron. Aun había que aparentar una normalidad. ¿Cómo se tomarían los padres de él esta oleada de sentimientos que habían despertado en ellos? ¿La culparían a ella de haberlo provocado? ¿Alguno comprendería que simplemente el amor no puede controlarse? Salieron juntos hacia la cocina, riéndose y abrazándose por el camino. Él comenzó a hacer la cena para todos y ella iba de un lado a otro preguntándole que estaba haciendo e intentando memorizar la receta. En un momento, ya no pudo resistirse, lo abrazo por la espalda y poniéndose de puntillas logró colocar su nariz en la nuca de él, entonces, respiró profundamente sintiendo su olor. Era exquisito, olía a perfume pero, sobre todo, olía a su piel y su olor le pareció el mas magnifico del mundo. Él tampoco pudo resistirse, se dio la vuelta y la besó… pero saltaron del susto al oír la puerta. Con las mejillas al rojo vivo de pura vergüenza, ambos se separaron y comenzaron a dar vueltas sin rumbo dentro de la cocina. Aun con sus padres delante, ninguno podía evitar seguir riendo y dándose miradas de complicidad, todos lo notaron, pero nadie dijo nada. Al acabar de cenar, pusieron una película en el salón, pero sus padres estaban demasiado cansados y no pudieron soportar la vigilancia, así que uno antes y otro mas tarde, pero al final ambos se fueron a su habitación. A pesar de que habían dejado la puerta abierta, en cuanto escucharon los ronquidos, ambos comenzaron a besarse y a quedarse abrazados uno encima del otro. No prestaban atención a la película, solo iban conversando mientras se robaban besos de vez en cuando. Al acabar, apagaron todo y se fueron a la habitación de él, quien en cuanto cerró la puerta, la cogió por un brazo y la acorraló contra la pared, donde le dio un beso cargado de pasión. Esta vez ninguno de los dos pudo dormir después, así que se quedaron charlando mientras estaban enredados en las piernas del otro. Él jugueteaba con el pelo de ella y ella pasaba sus dedos por el pecho de él.
-Ahora mismo me siento la persona mas feliz del mundo. Yo sabía que esperarte no era un error, estoy enamorado de ti hace tanto tiempo que me dolía el pecho al tener que esconderlo. No me importa lo que digan los demás, yo te quiero y no voy a dejarte escapar, eres lo mas maravilloso que me ha pasado en la vida.
Ella mantenía silencio, no sabía que decir exactamente y tampoco se fiaba del todo de lo que él le decía, después de todo, era muy joven, creería haber encontrado al amor de su vida miles de veces en los años venideros. Él notó su inseguridad y levantándole el rostro para clavar sus ojos en ella, volvió a la carga.
-No importa que ahora no me creas, mi corazón siempre me dijo que tu valías mas que mil mujeres juntas. No quería estar con nadie mas, solo te esperaba a ti. Había veces que pensaba que estaba loco, que tu jamás me ibas a permitir demostrarte cuanto te quiero. Cuando pasábamos mucho tiempo sin hablar, pensaba que ya no te preocupabas por mi o ya no querías saber de mi… Por suerte, me equivoqué. Te juro que yo jamás te hare daño, yo no seré como esos imbéciles que has tenido, yo sé lo que vales y nunca voy a hacer nada para lastimarte, eres mi princesa y te trataré como tal, jamás te mentiré y siempre hablare contigo de todo. Solo déjame demostrarte que puedo ser todo eso que necesitas y quieres, déjame ser el hombre que te ama con locura y que hace lo que sea por ti. Dame la oportunidad de hacerte feliz.
Ella nunca lo vio tan serio respecto a algo, realmente estaba convencido de poder con el mundo y todo lo que se pusiese por delante para estar con ella. Ambos se jugaban mucho si lo que pasaba entre ellos se hacía público, por muchos buenos sentimientos e intenciones que hubieran, estaba mal visto que dos personas tan diferentes estuvieran juntas. Se tomaron de la mano para infundirse valor y salieron así a recibir a los padres. No importaba nada, solo querían ser felices.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Recuerdo

¿Que puedo hacer? Miro mi café,sentada en la mesa de mi cafetería favorita,mientras mi mente me bombardea con su imagen...con su recuerdo...
Solo puedo resignarme a amarlo,aunque él no me ame a mi. A esperarle,aunque él ya me haya olvidado.
En mi mente le pregunto "¿Que esperas que haga?" .Solo puedo quererle en silencio,llorarle cada noche, recordar cada minuto con él y sentirlo como una puñalada en mi alma,mientras intento seguir con mi vida,que ya no es vida,solo una sucesión de días sin sentido,por que ya no está conmigo.
Él era todo cuanto tenia,cuanto quería y soñaba,era perfecto para mi,todo lo que siempre había soñado y deseado,cuanto necesitaba a mi lado...
 
"¿Que me has hecho?" le pregunto en mis adentros. No hago mas que añorarle. Cada noche abrazo a mi almohada y la empapo con mis lágrimas hasta quedar dormida,pero su recuerdo no se desvanece,ni siquiera en mis sueños. 
Las lágrimas no dejan de caer ante el recuerdo de cada beso,cada caricia,cada palabra... Esos "Te quiero" que antes me hacían tan feliz y que ahora me dañan,por que se me clavan en el pecho como agujas,desangrando poco a poco mi corazón y apagando mi alma.

No dejo de preguntarme donde he fallado,que me falto por darle... no encuentro ninguna respuesta, solo me choco con el recuerdo de su ultimo beso y su mano diciendome "Adiós".
Esa imagen de aquella noche en la que entre lágrimas me pedía que no le dejara,que me quedara con él,mientras me envolvía en un abrazo irrompible... Como duele ese tipo de recuerdos ahora!
Ironias de la vida, que tu,el que me pedía no ser abandonado,me dejaras allí de pie,con el alma envuelta en lágrimas y el rostro inexpresivo,mientras tus labios no cesaban de repetir "Lo siento,me he precipitado".
¿Acaso fue un error enamorarme de ti? ¿Habra sido,quizás, el amarte con total locura y entrega?
Y allí me quede,inmóvil,viendo partir a la única persona que había amado,con alma y corazón completos y por igual,desde hacia años...Al único que amé sin medida ni cordura,mientras desaparecía entre la gente,llevándose todo de mi. Le di todo cuanto era,todo cuanto quedaba de mi,pero aun así no fue suficiente para retenerle a mi lado.
Toda mi pasión y mi ser se fueron con el tierno grandullón de corazón inseguro pero noble,que aunque solo fuera por un momento,vio algo bueno en mi y me enseño que aun tenia la capacidad de amar,la capacidad de sonreír y de ser feliz.

Las lágrimas se caen sobre la mesa y la vergüenza me inunda,por que la gente que pasa me mira como si estuviera loca...pero mas que loca,soy una muerta en vida. Me seco las lágrimas y me obligo a recuperar la compostura. Cierro el capitulo de mi pena,intentando dejar atrás el dolor y centrarme en mi presente y mi futuro.

Me levanto y comienzo mi camino devuelta a casa y él va conmigo,a mi lado...siempre lo hará...

martes, 15 de octubre de 2013

El Primer Maraton

Ya solo le quedaban unos pocos kilómetros. De él dependía que todo el esfuerzo realizado no hubiese sido en vano. Muchas batallas habían tenido lugar desde el comienzo de la guerra contra los persas. Tres campañas y cerca de dos años habían pasado desde que Darío I tomó represalias por el apoyo de Atenas a Jónia en contra del emperador. Pero todo el esfuerzo caería en el vacío de no llegar a tiempo. Los persas habían sido vencidos, mas las mujeres tenían clara su labor. “De no tener noticias de la victoria de sus soldados antes del amanecer deberían sacrificar a los niños y terminar con sus propias vidas. Pase lo que pase Atenas no caerá”. El mensaje debía de llegar a tiempo, y él era el único en condiciones de llegar a tiempo.

    No servía de nada esperar el ataque y defender la ciudad, era demasiado grande, demasiado vulnerable en su retaguardia al no haber suficientes soldados. Se unirían fuerza con sus aliados espartanos y se iría en busca del enemigo. Lugar: la playa de Marathón. Objetivo: nadie pasaría; sin prisioneros, sin supervivientes, sin tregua. Morir o matar. Aún en desventaja de dos contra uno se iría a la batalla. Al llegar a la playa unas seiscientas naves esperaban ansiosas, seguras del éxito. La noche se hizo eterna en el campamento ateniense. A pesar de que nadie dormía reinaba el silencio. Cada hombre afrontaba la situación a su manera. Algunos limpiaban sus armas, otros lanzaban sus plegarias a los dioses, los más dirigían sus maldiciones contra el enemigo.

    Aún agotado los músculos seguían bombeando y empujándole a su destino. Hacía tiempo que los pulmones le ardían, los calambres le agarrotaban y hacían que cada zancada fuese más dolorosa que la anterior. El frío de la mañana no alcanzaba a secarle el sudor ni a sofocar el calor de su cuerpo. El corazón se le salía por la boca, los latidos le retumbaban dándole la sensación que en cualquier momento se le reventarían las sienes. Era una carrera contra el sol que no podía permitirse el lujo de perder. Cruel ironía la de los dioses que permitían que aunque ganada la guerra fuese posible perder. Aunque le habían educado en la creencia de que el destino era obra de la voluntad de los dioses él sabía que la voluntad de los hombres tenía cierto poder, y si no la de los hombres si la suya.

    Amanecía en la playa de Marathon. Los persas desembarcaban inconscientes de que estaban pisando tierra por última vez. Pobres diablos, más les hubiese valido dar media vuelta y regresar junto a su tirano emperador; hubiese tenido más compasión con los traidores que los atenienses tendrían con cualquiera que se atreviese a imaginar invadir su tierra. Un muro de soldados atenienses y espartanos se alzaba por toda la costa. Las lanzas y las flechas se alzaron por el cielo, la caballería persa cargó una y otra vez estrellándose contra la muralla humana que aún seguía en pie, desafiante. La infantería arremetió con sus espadas, las hachas escitas no fueron suficientes, y ni los arcos y lanzas de la élite persa lograron diezmar las filas griegas. Los cadáveres recubrían la playa, algunos de ellos eran arrastrados mar adentro, otros muchos teñían la arena de rojo. Se habían logrado los objetivos pero la noticia debía de llegar a la ciudad. Solo un soldado, el más joven; seguía en pié y lo bastante ileso como para llegar antes del alba. Los demás se encargarían de  cuidar a sus heridos y de asegurarse de que todo persa que hubiese osado poner un pie en Grecia no viviese para contarlo.

    Hacía casi un día entero del inicio de la batalla. El guerrero,casi sin fuerzas, corría desacompasado; ya veía las puertas de su Atenas natal. Solamente esperaba que las mujeres no se hubiesen precipitado en su labor. Corrió con su último aliento al ágora donde espectantes aguardaban las madres, hijos y ancianos. La multitud se apartó dejando paso al héroe. Entre la gente sus ojos buscaban un rostros, el rostro con el que había soñado desde que partió. Ansiaba contemplar los ojos que derramando lágrimas le dijeron “adiós”, deseaba volver a besar los últimos labios que había besado antes de caer. A duras penas logró ver ese rostro a pesar de estar iluminado de felicidad por su regreso. Se aproximo intentando que sus piernas no le fallasen, se plantó delante de su amada haciendo un último esfuerzo por no derrumbarse. Apenas con un hilo de voz logró articular su mensaje. “Victoria”. Acto seguido cayó de rodillas y exhaló su último aliento.
    Entre gritos y celebraciones de victoria la multitud se arremolinaba en torno a una mujer que contemplaba como su guerrero moría en sus brazos. La alegría embriagó tanto a los ciudadanos que ninguno se dio cuenta de como la mujer, con los ojos arrasados en lágrimas; se clavaba un puñal en el vientre. Tal vez los persas hubiesen sido derrotados, tal vez Atenas no habría caído y Grecia estuviese a salvo, pero ella hubiese preferido una vida sin Atenas, sin Grecia; que un solo momento más sin su soldado.

lunes, 14 de octubre de 2013

La Despedida

Los primeros rayos de sol tintaban de rojo las nubes más lejanas. Las olas del mar susurraban  al romperse en la orilla. Su caballo ya estaba en pie cuando se despertó. Se desnudó y se metió en el agua. No sabía cuando sería la próxima vez que sentiría ese agua cristalina y fría mientras contemplaba el perfil recortado del puerto desde el cual partiría poco más tarde. Después de refrescar su cuerpo con el agua salada regresó a la arena. Tumbada en la arena estaba ella, mirándole. Él se acercó y arrodillado a su lado la besó por última vez. Comenzó a vestirse.

    El tiempo de la ternura había acabado, se despedía de la dulzura y del cariño para adentrarse de nuevo en otro mundo. Un mundo de hombres donde no hay lugar para la compasión, un mundo de honor donde no hay sitio para la piedad; un mundo de héroes y gloria....o al menos así se veía desde fuera y así debía de ser para un soldado del rey. Pero él no encontraba el honor en asesinar pueblos enteros, no había nada de heroico en generales y capitanes que sacrificaban a sus soldados en pos de su propio reconocimiento, no existía la gloria en ver caer uno tras otro a miles de hombres lejos de sus hogares y sus familias que jamás volverían a ver a ese hermano, a ese padre o a ese amante. Si se iba, en el mejor de los casos moriría en batalla; en el peor regresaría como tantos otros, sin una mano o sin una pierna viviendo como un paria, de la caridad ajena.

    Ella le miraba mientras se vestía y se colocaba la armadura. Las lágrimas comenzaron a brotarle en silencio, no había lugar para la ternura ni para las despedidas. Él se marcharía y ella debería contraer matrimonio con el noble de turno que su padre eligiese. Se supone que era lo que una dama debía hacer: ser esposa, amante del hombre que fuese más conveniente para la familia. No había sitio para el amor ni para los sentimientos. En el mejor de los casos enviudaría aún joven y podría ser libre; en el peor tendría que ser mujer, amante y esposa de un marido que no amaba.

    Fuera lo que fuese lo que deparase el destino, deberían hacerse a la idea de que aquella había sido su última noche juntos. Su última noche en ese lugar donde quedaron por primera vez, dónde él la tomo entre sus brazos y ella se entregó. Ese lugar donde ella se escapaba cada noche a esperarle. Ese lugar donde él, furtivamente la hacía suya, y él se hacía suyo. Ese lugar donde sus sentimientos eran libres y daban rienda a sus pasiones. Ellos y el mar. Los tres ajenos a la ciudad, a sus costumbres y a sus cuchicheos.

    Ya era la hora. Se miraron por última vez, ella con la mirada dulce posada en el caballero; él con el semblante serio clavado en ella. No había cabida para las palabras. Se subió a su montura y desapareció entre la niebla de la mañana

viernes, 11 de octubre de 2013

Una noche

La luz de la farola iluminaba tenuemente el cuarto. Solo silencio. Estaban sentados en la cama, él reposaba su espalda contra el cabecero; ella se apoyaba contra su cálido pecho. Habian estado hablando todo el día. La madrugada se les había echado encima sin percatarse, el mundo no importaba; solo ellos, una pequeña habitación y todos sus secretos derramándose. Él jamás se había sincerado tanto con nadie, pero se sentía en deuda por toda la confianza que ella había depositado.

    Ella no estaba aún muy segura, a penas hacía unos días que le conocía pero por todo lo que le había contado él en ese tiempo, le daba la impresión de conocerlo desde hacía años. Aún así eran muchos los desengaños que había sufrido y el daño recibido. Por otro lado ya había pasado tiempo, más del necesario, para pasar página.

     Él le acarició el cuello. Cuando lo hizo sintió como un temblor recorría el cuerpo de su dama. “Tranquila” le susurró, “te prometo que no pasará nada que no quieras que pase, y que pase lo que pase estaré contigo”. Ella se giró y le besó...primero con duda, después con ternura; luego con pasión. “Quiero que estés segura de lo que vas a hacer, no quiero que te arrepientas”. Ella asintió con la cabeza; se tumbaron abrazados en la cama y recorrieron sus cuerpos con las manos. Entre besos y caricias se perdieron entre las sábanas.

    La habitación se convirtió en su universo, solo se necesitaban el uno al otro. Como dos naúfragos que se encuentran tras la tormenta, un descanso de todo lo malo del mundo; eso eran el uno para el otro. Pasaron los minutos y las horas. Sus cuerpos agotados se abrazaron.

    La claridad del sol la despertó. Pasaron unos minutos hasta que recordó todo. Una sonrisa invadió su rostro. Se revolvió en la cama y ahí estaba él. Despierto pero inmóvil. Ella le miró con una mueca interrogativa. “¿Qué te pasa?...¿estas bien?.” “No”, contestó él. “No estoy bien”. Ella no entendía nada, quizás había hecho algo mal, tal vez él ahora se arrepentía de lo ocurrido. “¿Qué es lo que te pasa?, ¿que sucede?”. Él la abrazó. “Que prefiero pasar mi vida despertando con la luz de tus ojos antes que con la luz del sol.”  

jueves, 10 de octubre de 2013

Desicion



-No voy a reclamarte nada, solo creí que tenías derecho a saberlo...
Monica exhibía su enorme y abultada barriga frente a Sergio, que se hallaba paralizado, con los ojos abiertos como platos y sin creerse del todo la escena.
-Ya sabes porque desaparecí tanto tiempo, no sabia exactamente si querrías saberlo, pero sé que tienes el derecho. No voy a pedirte nada, no voy a pedirte dinero ni que te hagas cargo de un error que a fin de cuentas ha sido mío. No vengo a reclamar, sino a hacerte sabedor de lo que llevo conmigo. No quiero que te sientas en obligación de hacerte cargo ni que creas que esto lo hago a modo chantaje emocional para que estés conmigo, porque te juro por este hijo nuestro, que no es así.

Sergio seguía paralizado en medio de la habitación, la misma donde habían concebido al pequeño hijo que ahora Monica llevaba en su vientre.
Monica cogio sus manos muy lentamente y las puso sobre su vientre desnudo.

-No se lo que es, solo se que yo soy su madre y tu su padre...pero llegado el momento, no se lo diré si tu decides que no quieres o no puedes pasar por esto. No quiero que nos casemos ni que finjamos un amor que no sientes, solo quiero que pienses muy bien si quieres estar en la vida de este bebe o prefieres olvidarte del tema. Yo jamás volveré a molestarte si decides que esto no va contigo o que es demasiado para ti.

Sergio movía sus manos por el vientre de Monica y no daba crédito...entonces el bebe pateó con fuerza y Sergio saltó hacía atrás bruscamente, asustado y a la vez asombrado.

-Te reconoce, conoce nuestro tacto mejor que nosotros mismos. Es su modo de saludarte.

Monica y Sergio se habían conocido hacia ya 13 meses, de los cuales hacia 8 que Monica esperaba este hijo. En 5 meses ella se había enamorado de el, pero Sergio tenia miedo, ya le habían roto el corazón y temía que volviera a pasar, aunque el verdadero motivo, el que nunca confeso a Monica, es que el recuerdo de su antiguo amor seguía intacto en su memoria.
Monica tenia 25 años, ya había sufrido varias decepciones amorosas, pero lo dejo todo y lo aposto todo por Sergio. Dejo su casa, a su familia, su pueblo y su trabajo por ir tras el hombre que amaba, porque aunque había estado tiempo intentando convencerse que solo era deseo, se dio cuenta que en realidad le quería y que el merecía la pena.
Sergio tenia tan solo 28 años, hacia 2 años que había perdido a la que había sido el amor de su vida durante 7 largos años y se había encerrado en si mismo. Estaba depresivo y solo y siempre temeroso de que otra mujer rompiera su corazón en pedazos. Sin trabajo y sin nada que hacer, Sergio pasaba sus días entre cds de música y videojuegos.
Se habían conocido de pura casualidad, pero Monica, a pesar de no haberse permitido volver a pensar en un hombre, bajo la guardia un momento y cayo rendida en los brazos de Sergio. Se entendían, se respetaban y se reían del mundo y su normalidad. Eran personas que estaban constantemente juzgadas, pero se encontraron y se dieron cuenta que eran un espejo del otro.
Sergio era callado, timido y de convicciones fuertes. Se consideraba un anti-sistema y pensaba con el cerebro correcto. Por alguna extraña razón, el y Monica se entendieron desde el primer día. El se sentía a gusto, sentía que Monica no le juzgaba, que procuraba entenderlo y apoyarlo, le gustaba la forma en que ella le miraba y le hablaba a pesar de lo nervioso que se ponía solo con su presencia. Con ella se sentía completo y querido y sentía que por fin encontraba su sitio en el mundo que tanto asco le daba.
Monica era anti-social y amargada, pero con el era diferente. Sentía que ella era la única que podía ayudarle, que debía darle todo el cariño y comprensión que era capaz de generar, porque las almas heridas siempre habían sanado a su lado. Se había prometido no volver a mirar a un hombre con los ojos del amor, pero el no la juzgaba, no le decía que era una loca o un bicho raro, le hablaba con sinceridad y timidez y la hacia sentirse especial y bonita. Monica ya había reconstruido su corazón un par de veces, pero cuando estaba con el sentía que podía ser ella misma y que el completaba las partes que le faltaban.
"A veces el amor junta a 2 personas que no saben nadar y viven en islas diferentes"
Nunca se habían sentido tan aceptados. Jamás hubieran pensado que todo iría tan deprisa.
El tenia miedo, pero jamás se los confeso a Monica. Ella tenia miedo, pero jamás se dejo atrapar por ellos y estaba segura de lo significaba Sergio para ella...no iba a dejarse amedrentar por viejos miedos del pasado.
En esos 5 meses cayeron mil veces en las garras del deseo, en las caricias y los besos como si fueran una pareja que hacia mucho estaban juntos. El le cocinaba, la dejaba dormir 10 minutos mas para poder ver su rostro feliz y apacible, la sentaba en su regazo y le decía lo hermosa que era, le abrazaba por detrás en la cocina y le daba un beso en el cuello mientras ella fregaba y la acurrucaba a su lado cada noche, acariciándole el pelo y dándole besos en la frente. Ella se portaba mas como su esposa que como una recién conocida. Le cocinaba, le servia todo lo que el le permitía, le peinaba 3 veces al día y lo dejaba dormirse con la cabeza metida entre sus pechos cada noche. Le llenaba de besos al despertar y siempre pensaba como sacarle una sonrisa...incluso con el tiempo, le decía "Te quiero" cada noche y le recordaba cada dia cuanto le echaría de menos cuando no le tuviera cerca.
Monica se enamoro, no supo cuando, pero ella estaba enamorada de un hombre que aunque se dejaba querer, no la quería. El se esforzaba, pero el amor no puede forzarse y el sabia que aunque estaba muy bien con ella, no la quería.
Caprichoso y cruel el destino, que cuando ella decidió que seria la ultima noche que pasaría con el, cansada de que Sergio no la quisiera y no estuviera con ella, Mónica quedo embarazada y no lo supo hasta 2 meses después.
Aterrada por todo lo que podía llegar a pasar o lo que Sergio podía pensar, desapareció de su alcance durante 6 meses, hasta que decidió que Sergio debía saber la verdad y armándose de valor se había presentado en su casa para mostrarle la consecuencia de su ultimo encuentro pasional.

-Quiero tenerlo, pero no quiero que te sientas en la obligación de quererlo también, no quiero que estés conmigo solo por que es lo correcto o lo que se supone que debes hacer... si vas a hacerlo, que sea por que quieres esto tanto como yo.

Sergio no decía nada, seguía  sentado en la cama, inmóvil  y con los ojos salidos de las cuencas
Monica se sentó a su lado, acaricio su rostro y le miro a los ojos...

-No me quieres, dudo que algún día llegues a hacerlo, pero yo no he venido a exigirte nada... soy conciente que he sobrepasado la línea y me he enamorado de ti sin darme cuenta, por  favor, tendrás  que perdonarme por eso...pero esta vida que llevo conmigo no tiene culpa ninguna y no estoy dispuesta a renunciar a este pequeño

-Mónica, es  que...yo...no puedo...yo...

Monica puso sus dedos suavemente sobre sus labios para callar los tartamudeos de Sergio

-Yo si puedo y te aseguro que no volverás a saber de mi si ahora mismo me dices que no quieres saber nada más de esto

Sergio dudaba, no  estaba preparado para algo así y mucho menos para un niño...odiaba a los niños, pero  sabiendo que era suyo las cosas cambiaban. Sabia que lo correcto era quedarse al lado de Mónica, pero  se negaba  a renunciar a su pena y su triste estilo de vida, el  ya no sabia vivir de otra manera.
Se había quedado cómodamente regodeándose en su pena, sintiéndose  la victima y echando culpas al mundo de su mala suerte. Se había acomodado y acostumbrado a ser el engañado, el solitario, el que tenia los motivos para sentirse el despojo del mundo, pero no se había percatado de que ese papel lo ejercía hace demasiados años y ahora solo podía pensar en si quería complicarse la vida de esta forma o usar su depresión para salir del paso... después de todo, la excusa era perfecta.
Algo en su interior le empujaba a coger las manos de Monica y tranquilizarla diciéndole que esto lo pasaría junto a ella. No sabia por que seguía anclado en un sentimiento por alguien que no había hecho mas que traicionarle, no entendía por que no podía ser feliz junto a una mujer que no solo le amaba, sino que era buena, decente y le ofrecía un futuro que jamás hubiera pensado.
"Si tan solo mi cabeza funcionara como debiera..." pensó con amargura. Echaba las culpas  a su mala cabeza y su mala suerte cuando en realidad era que sencillamente el nunca quiso complicarse la vida con ella, solo la quería de una forma cómoda, teniéndola cuando la necesitaba, dejándose amar, haciéndola sustituta de alguien que no merecía sus lagrimas.
Monica lo miraba expectante, deseaba que el se diera cuenta de todo y se quedara a su lado...deseaba que Sergio hiciera a un lado su pena y se decidiera a vivir felizmente con ella pero no parecía estar por la labor.
En el tiempo que lo había conocido, Monica había aprendido a leer sus expresiones, a saber lo que pensaba sin que el lo verbalizara y una inmensa pena la envolvió cuando se dio cuenta de que estaba desubicada en esa habitación... Sergio no haría nada mas por ella y la certeza la hizo soltar una lagrima sin quererlo.
Se levanto de la cama, se puso en frente de el y se agacho con dificultad para besarle la frente.

-Nuestro tiempo ha acabado aquí...pero siempre estaré dispuesta a ayudarte si lo necesitas y si eres capaz de aceptar la ayuda y el amor de alguien.

Se dio la media vuelta, esperando que por un milagro el la frenara y le dijera que la necesitaba ,pero nada de eso ocurrió y ella salio por la puerta tal cual como había entrado.
Hacia mucho, Mónica había decidido que no podía seguir llorando por mas tiempo, por  que ella no quería criar a un hijo que viera a su madre llorar cada día. Levanto la cabeza y se dirigió a la calle con una media sonrisa en los labios, una lagrima seca en la mejilla y la certeza de que, como fuera, ella seria fuerte y podría con lo que fuera que le deparara el futuro a partir de ahora.
Sergio seguía allí sentado, pensando pero sin pensar del todo...la idea de lo correcto y lo que quería chocaban en su cabeza y su corazón.
El sonido de la puerta del cuarto cuando se cerró detrás de Mónica fue como un “click” en su cabeza y empezó a pensar más fríamente. Comenzó a analizar su pasado y su posible futuro. ¿Qué era lo que estaba haciendo con su vida?, ¿de qué le había servido el papel de víctima?....de nada. Se dio cuenta de todo lo que se estaba perdiendo: hace años que no disfrutaba de un paseo al atardecer, de un café en una terraza o de una charla amistosa cara a cara. Fue gracias a la ternura y a la comprensión de Mónica por lo que se había vuelto a dibujar una sonrisa en su rostro, por ella era por lo que aún se resistía a ceder y dejar que la vida pasase; y se dio cuenta de que era ella la razón por la cual se levantaba de la cama cada día.
Su mente iba demasiado rápido, las ideas y posibilidades se le entremezclaban. Ahora pensaba en lo que Mónica le había dado a cambio de nada. Es verdad que le gustaba tenerla entre sus brazos y que ella le hiciese compañía y le templara las noches frías, pero lo hacía por él, por no estar solo. En cambio ella había renunciado muchas veces a estar con su familia y amigos por animarle, por estar con él. Sergio sabía que la había tenido siempre que la necesitó. ¿Podía él decir lo mismo? Quizás era hora de dejar de lado la tristeza y la autocompasión y empezar a ser el hombre de la mujer que había devuelto la luz a su vida. Su cabeza seguía dando vueltas, tenía millones de preguntas y ninguna respuesta pero ya se había hartado de teorizar sobre la vida, era hora de empezar a vivir, de darse una oportunidad, de sacar fuerzas de flaqueza, de olvidar el pasado, dar un paso de gigante y arriesgarse. Es verdad, podía perder; pero si no se arriesgaba jamás ganaría.
Mónica esperaba el taxi en la acera mientras se acariciaba el vientre y lo miraba con una mezcla extraña de felicidad y melancolía. Sergio no estaría a su lado, pero la idea de un ser creciendo en su interior le daba fuerzas para seguir adelante, y que lo que tuviera que ser que fuera. Por un momento creyó escuchar a Sergio susurrando su nombre....sin duda un recuerdo que intentaba evocarle unos dias mejores. “¡Mónica!”. No podía ser. ¿Se estaría volviendo loca?. Él deseo de que Sergio hubiese elegido otro camino le hacía oír cosas extrañas en su cabeza. “¡¡Mónica!!”. Esta vez lo había escuchado con perfecta claridad. Salió de su ensimismamiento y miró en dirección a su nombre. Sergio corría hacia ella gritando con autentica desesperación. Fue ella esta vez la que no daba crédito. Abrió los ojos incrédula. Sergio llegó hasta ella, se inclinó  apoyándose sobre sus rodillas respirando con dificultad. Mónica seguía ojiplática. Tras respirar unas cuantas bocanadas de aire y aún entre resuellos, Sergio logró articular palabra.

-Si.

Ella seguía sin entender.

-Que si,.......que te quiero a ti................que quiero a ese niño.................que quiero ser feliz.

Los ojos de Mónica se derritieron en lágrimas y su cara se iluminó de felicidad. Se abalanzó sobre Sergio rodeándole en un abrazo con todas sus fuerzas.

               

Seguidores