Sentía que el corazón se le salía por la boca, su respiración era tan
acelerada que creía que estaba hiperventilando... Todo lo que veía a su
alrededor le resultaba excitante y maravilloso. Sentía la expectación, tanto
tiempo esperando ese momento, sus ansiadas vacaciones y su viaje a una tierra
que prometía muchas aventuras.
Al salir del aeropuerto, allí lo vio, con los nervios pintados en el
rostro, buscando entre las caras de la gente que pasaba, ella sonrió de pura
ternura, su amigo siempre provocaba esa reacción en ella, su inocencia saltaba
a la vista. Cuando la vio, sonrió tímidamente, realmente ninguno sabia como
reaccionar, ella dio el primer paso y se acercó a saludarlo. Esperaba una
bienvenida mas cálida, pero los nervios influían demasiado en ambos y apenas se
dieron dos besos.
Él, todo caballero, cargo su maleta hasta el taxi, no comenzaron a
hablar hasta pasados unos minutos allí sentados. En principio la conversación
era normal, las típicas preguntas respecto del viaje, intentando que esa confianza
que tan especial y fluida era por teléfono, también lo fuera cara a cara. Poco
a poco comenzaron a soltarse mas y llegaron a casa de él riéndose. Nuevamente
él cargo sus maletas y le abrió la puerta para dejarla pasar primero. No había
nadie mas en casa y eso la hizo sentir algo incomoda, pero no se dejó llevar
por la sensación y lo siguió hasta la que iba a ser su habitación.
-Puedes dejar tus cosas aquí y ponerte cómoda. Te he calentado el agua
por si quieres ducharte y allí te he dejado toallas limpias. ¿Tienes hambre?
¿Quieres que te prepare algo? ¿Necesitas algo mas?
Parecía desvivirse por darle todas las comodidades, consciente de que
vivían en mundos muy diferentes. Ella sonrió y negó con la cabeza para si
misma, no tenía costumbre de tener la atención total de alguien o que se
preocuparan tanto de su bienestar.
-Si comes conmigo, entonces si.
Él salió deprisa por la puerta y se puso manos a la obra en la cocina.
Ella abrió la maleta y saco ropa limpia, fue al baño y se dio una ducha
caliente. Todo era muy diferente a lo que estaba acostumbrada, no había lujos,
pero eso no le importo, se sentía a gusto y tranquila y eso para ella era el
paraíso. Después de tanto estrés y tantos problemas, por una vez se sentía lo
bastante lejos de todo para poder respirar con calma. No importaba nada mas en
ese momento.
Al ponerse ropa limpia se sintió mucho mejor y salió tímidamente del
baño. Siguió el ruido hasta la cocina y allí lo vio de espaldas, concentrado en
lo que cocinaba. Se quedó de pie a un lado mirándolo... "¿Como alguien tan
joven puede ser tan apañado?" pensó. Por momentos era fácil olvidar que
ella era mucho mas mayor. Sacudió la cabeza para espantar las ideas que la
rondaban, se había prometido no pensar mas, merecía un descanso. Él se volteo y
la vio allí de pie pensativa. No pudo evitar que le invadieran las dudas. ¿No
estaría a gusto en su humilde casa? ¿Y si no le gustaba la ciudad? ¿Se
llevarían tan bien como lo hacían a la distancia? ¡Cuantas cosas en las que
pensar! Sacudió su cabeza intentando desprenderse de todos estos pensamientos.
Ambos levantaron la cabeza al mismo tiempo y sonrieron con timidez al darse
cuenta de que habían hecho el mismo gesto. Él preparo la mesa de la cocina y
puso 2 sillas, colocó los platos a cada lado y corriendo una de las sillas le
hizo un gesto con la mano de que se sentara. Ella se acercó lentamente y se
sentó mientras reía nerviosa. Miraba el plato maravillada, le había preparado
el plato mas autóctono en solo un momento y se sintió halagada.
-Espero no haberme equivocado, he intentado recordar todo lo que te
gusta.
Su sonrisa era amable y eso le inspiraba confianza. Sin decir nada, dio
un mordisco y cerró los ojos de puro gusto. Los sabores la llevaron a otro
mundo en un momento, como una confirmación de que al fin había llegado a donde
quería estar hacia tanto tiempo.
-Está increíble, gracias por prepararlo, no he comido nada tan rico
nunca.
Él soltó un pequeño suspiro de alivio y se dispuso a comer con ella. A
medida que comían, charlaban mas distendidos y al final de la comida, era como
si se vieran todos los días. Desapareció la tensión del momento de llegada y
reían y hacían bromas tal cual como cuando hablaban por teléfono. Lo siguió
hasta la habitación de él mientras charlaban, parecía todo muy natural y olvido
lo incomoda que se sintió de estar los dos solos al principio. Él puso música y
se sentó en una silla, mientras ella se sentaba en el borde de la cama. Tenían
casi los mismos gustos, así que comenzaron a cantar las canciones que iban
pasando mientras reían a carcajadas. Se sentía bien poder ser ella misma, sin
preocuparse de hacer el ridículo, sin necesidad de parecer seria y adulta, solo
se estaba divirtiendo como siempre había querido, recuperando una parte de ella
que parecía había perdido, sin preocuparse ni pensar en nada, dejaba libre su
niña interior por una vez después de mucho tiempo y eso la inundaba de una
felicidad absoluta.
El viaje había sido largo y agotador y sin darse cuenta había comenzado
a recostarse en la cama, estiraba sus músculos hasta que al final quedo tumbada
en ella mientras continuaban riendo y conversando de todo. No había temas
serios, solo recuerdos de momentos graciosos. Habían compartido demasiados
momentos de risas y lagrimas y parecían tener un sin fin de historias para
seguir riendo. De manera casi imperceptible para ambos, él también se sentó en
su cama y así continuaron perdidos en el tiempo. Sin darse cuenta como, el
sueño la venció y se quedó dormida, él se quedó viéndola dormir, le daba pena
despertarla para que se fuera a su cuarto, así que simplemente se tumbó a su
lado, lo más alejado que pudo de ella. En ese momento se sintió contento de
tener una cama doble. Se quedó viéndola dormir, su rostro lleno de paz le
resultaba relajante, hasta que al final, sin darse cuenta, también cayo
dormido.
Se despertó desorientado, pero salió rápidamente de su sopor cuando se percató
de que estaba a apenas 2 cm del rostro de ella. Sus ojos se abrieron como
platos mientras la contemplaba inmóvil. Al ser consciente de la proximidad, sintió
unas ganas irrefrenables de besarla, pero sabía que no podía. ¿Cómo podía pensar en una cosa así? Sabía que
era algo imposible, ella no lo aceptaría.
Ya hacía mucho tiempo que sabía que ella le gustaba, pero la diferencia
de edad no le permitía concebir esperanzas. La observo maravillado. ¿Hacia
cuanto que no se sentía así con alguien? Lo pensó por un momento... No, nunca
se había sentido así con nadie. Con ella se sentía cómodo, pudiendo ser él
mismo, sin miedo a ser juzgado. Le hacía sentir seguro y feliz, aunque solo
fuera con una simple charla, siempre le sacaba una sonrisa. "¿Se dará
cuenta si solo rozo sus labios?" -
pensaba muerto de miedo. Comenzó a acercarse con titubeo, no sabía si
estaba siendo muy valiente o muy estúpido. ¿Y si se enfadaba con él ?. Un ruido
interrumpió sus pensamientos y lo hizo saltar de la cama y ponerse en pie.
Alguien estaba entrando por la puerta de entrada. El corazón le iba a mil, a
pesar de que no estaba haciendo nada, se sentía como si lo hubieran descubierto
cometiendo un delito. Salió por la puerta a toda prisa a saludar a su madre que
ya estaba en la cocina e intentando que no se notara que acababa de
despertarse.
Ella abrió los ojos lentamente y entonces salto de la cama. "¡Oh
Dios mío, me he dormido en su cama!" - pensó muerta de vergüenza. Sintió
la rojez en sus mejillas y el temblor en sus labios y en sus manos. El sonido
de una conversación en la cocina interrumpió esta oleada de sentimientos en
ella. Puso atención a la conversación mientras se acercaba a la puerta de la habitación.
Él y su madre hablaban mientras guardaban la compra.
-Oye, pero... Solo son amigos... ¿Verdad ? Eres muy joven para ella, no
serias feliz. Piensa que ella envejecerá primero y a ti te tocara cuidarla y
eso es una carga para ti, tu tienes que vivir y salir mas...
-Mama ya! - Le interrumpió él con desesperación. - Solo es mi amiga ¿Si?
No voy a casarme con ella ni nada de eso, solo está de vacaciones y hemos
querido vernos y pasar unos días agradables, ya deja de montarte toda la película.
Además, aunque yo quisiera que fuera diferente, ella piensa como tú, que soy
muy joven y que no tengo nada que hacer con ella, así que no te preocupes y
solo disfruta de la visita.
Ella se quedó paralizada frente a la respuesta de él... "¿Como que
aunque él quisiera que fuera diferente? ¿Es que él quería que las cosas fueran
diferentes?" Claro que siempre había habido un inocente tonteo entre
ellos, pero ella pensaba que él se vería demasiado joven y lejos como para
intentar nada. "Será que nunca me dijo lo que realmente sentía?" pensó.
Todos estos pensamientos se volvieron a ver interrumpidos cuando escuchó como
el padre de él entraba por la puerta. Ella se ruborizó de inmediato, se sentía
una espía en ese momento y temió ser descubierta, pero sus miedos pronto se
disiparon cuando el hombre la saludo alegremente.
Se sentaron todos juntos en el salón a platicar. Había miles de
preguntas para ella, pues a pesar de que sabían de su existencia desde siempre,
era raro para ellos que su hijo tuviera una amiga tan mayor. Él se moría de la
vergüenza. ¿Cómo podían sus padres interrogarla como si fuera una delincuente? ¿Acaso
él estaba haciendo mal en ser amigo de alguien mas mayor? Ella no se dejaba
intimidar, respondía a todas sus cuestiones de manera educada, comprensiva y
sincera. Una vez pasado el interrogatorio, cenaron todos juntos y seguidamente
cada uno se marchó a su habitación. Él se tumbó en su cama y comenzó a pensar
en lo que había ocurrido por la tarde…
¿Por qué había sentido esas ganas de besarla? ¿Por qué solo con ella se sentía
de esa manera? Había estado con mas chicas, por supuesto que de su edad, pero
con ninguna le había latido el corazón tan rápido al verse tan cerca de sus
labios. ¿Debía contárselo a ella? No, ni hablar. Si se lo decía, ella le diría
que estaba loco o confundido. Pero él estaba seguro de cuanto le gustaba ella,
no podía negarse a si mismo. ¿Y si ella le rechazaba? ¿Y si eso le hacía perder
su amistad? No quería arriesgarse a perderla, así que decidió simplemente
callar.
Ella se tumbó en la cama y respiró hondo. ¿Habría pasado algo mientras
ella dormía? ¿Se habría dado cuenta si él hubiera intentado algo? No, su amigo
no era de ese tipo de hombres. ¿Por qué le daba vergüenza haberse dormido en su
cama? No había pasado nada y ellos siempre habían sido amigos, si algo pasara, él
se lo habría contado… ¿O no? Se puso a pensar en la conversación que él había
tenido con su madre en la cocina. Comprendía la preocupación de esa mujer, su
hijo era un tesoro y, para ser sincera consigo misma, ella, como amiga, le habría
dado el mismo consejo. “Vive” – le habría dicho – “Vive primero, equivócate y
crece, pero con alguien mas acorde a ti, no con una vieja a la que luego tengas
que cuidar y te arrepientas de esa decisión”. De hecho, siempre se lo había
dicho, quizás no directamente, pero siempre le aconsejaba que no tuviera prisa
en vivir determinadas experiencias. Ella sabía que él había salido con otras
chicas, pero ninguna relación le había llenado, siempre se quejaba de su mala
suerte con las mujeres y que siempre le gustaba a las chicas mas interesadas y
tontas. Su mente era madura para su edad, a veces tenía tonterías dignas de su
inexperiencia e inocencia, pero se sabía un chico responsable y serio. Ella había
sido así también en su juventud, una vieja prematura, alguien con una
responsabilidad y una seriedad para nada características de esa edad. Quizás
por eso le comprendía tanto a él, porque sus situaciones eran bastante
parecidas y ella sentía la necesidad de protegerlo de las malas decisiones a
las que te puede llevar una cabeza muy pensante. Ambos eran tan pensantes como
emocionales. Tenían su lado sensible y una visión del mundo que casi nadie compartía.
Podían tacharlos de dramáticos, pero las decepciones y el sufrimiento guardado
los habían hecho personas dificiles y diferentes.
Desde su habitación, ella podía escuchar la música. El había intentado
ponerla a bajo volumen, pero ella tenía buen oído. Miró la hora en su teléfono…
“Han pasado 2 horas y yo aquí pensado” se dijo. ¿Estaría mal si ella fuera a la
habitación de él a charlar? A través del
teléfono estas dudas no surgían, todo parecía mas fácil. Ella no tenía sueño y sabía
que charlar con alguien no era nada malo, así que se levantó y salió muy
despacio de su habitación. Al llegar a la puerta de él, volvió a dudar… “¿Pensará
mal de mi al presentarme en su habitación en plena madrugada?” Dio 2 golpecitos
tímidos en la puerta, casi como para que no los oyera, como queriendo
boicotearse a si misma y tener una buena razón para volver a su habitación.
Para su sorpresa, él abrió la puerta casi al momento.
-¿Qué haces aquí? ¿Pasa algo? – le preguntó preocupado.
-No…solo que no puedo dormir y he escuchado la música…- dijo ella
bajando la mirada, casi sintiendo vergüenza de verse allí de pie frente a su
puerta. Él la observaba como jugueteaba con sus dedos de manera nerviosa y eso
le hizo sentir una ternura que nunca había experimentado.
-Pues pasa –le dijo el sonriéndole- no vas a quedarte ahí de pie…
¿Verdad?
Ella entró en la habitación y se quedó de pie frente al computador.
-Me gusta esa canción – le dijo ella sonriendo.
El pasó por su lado y la invito a sentarse. Ella de manera lenta se sentó
en la silla y él se colocó en una esquina de la cama. Al principio estaban muy
callados, pero poco a poco la música los fue tranquilizando y comenzaron a
hablar sin parar, tal como les había pasado por la tarde. En algún punto de
todo, las risas cesaron y comenzaron a tocar temas más serios. Ella le contaba
sobre su trabajo, cuanto le gustaba, pero cuan agotador era al mismo tiempo. Él
hablaba de sus estudios y de cuanto los odiaba, el colegio no le era un sitio cómodo
y ella se sentía muy identificada con las sensaciones que le describía, ya lo había
vivido y sabía que no era agradable. Extrañamente su infancia se parecía mucho
a la que él estaba teniendo.
-¿Y no te gusta ninguna de tus compañeras? – pregunto ella de manera
inocente. Él se encogió de hombros y simplemente negó con la cabeza. Ella sonrió
y volvió a la carga.- ¿No será que no lo has intentado? Yo estoy segura que
alguna habrá por ahí muy interesada en ti, eres un chico guapo y bueno,
cualquier niña querría estar contigo…
Él bajó la mirada y se sonrojó. ¿De verdad lo pensaría así o solo se lo decía
para hacerlo sentir bien? Y si era verdad… ¿Ella sería una de esas chicas que estaría
tan encantada de estar con él? Sacudió la cabeza intentando desprenderse de
este pensamiento. Ella era su amiga. Si, su amiga…la que siempre estaba
pendiente de él y le hacía tan feliz con solo una llamada. Aquella de la que
una vez estuvo seguro de sentirse enamorado, pero que ocultó por si acaso.
Pensaba que eso no había sido mas que una confusión por su parte, pero se sentía
extrañamente protector y celoso de ella, siempre quería hablarle y saber como
estaba, siempre buscaba la mas mínima excusa para retenerla al teléfono el
mayor tiempo posible. Quizás no era la tontería de un adolescente, quizás
realmente estaba interesado en ella… Se limitó a quedarse con la cabeza baja y
casi en un susurro le contestó – “Si eso fuera verdad, tu estarías conmigo” – y
se arrepintió de ello en cuanto salió de su boca, casi rogaba porque ella no lo
hubiera oído.
Ella quedó paralizada… ¿Realmente había oído eso o solo fue producto de
su imaginación? ¿Eso quería él o solo fue una broma para salir del paso? No, la
respuesta fue demasiado llena de vergüenza para ser una simple broma de las que
solían hacer. “Oh no!” - pensó – “No puede verme de ese modo”. Lo miró con los
ojos como platos, el seguía sin levantar la mirada. Si, era su amigo, era casi
un niño para ella… Un niño que la había tratado mejor que cualquier otro
hombre, que se preocupaba por ella y siempre le sacaba una sonrisa. Incluso
cuando era incapaz de comprender las cosas, la apoyaba y le hacía sentir que
siempre estaba a su lado. ¿Cuántos “hombres” habían hecho eso por ella?
¿Cuántos eran capaces de preguntarle como estaba o como se sentía sin pedirle
nada a cambio? ¿Acaso alguno de esos patanes había siquiera pensado en ella y
en lo que quería? ¿Le habían pedido su opinión? Él era el único que siempre
estaba interesado en saber sobre lo que ella pensaba o sentía, algo irónico, ya
que era el único que no tenía siquiera la posibilidad de verla.
-Si yo fuera una de esas niñas, estaría loca por ti.
¿Pero que había hecho? ¿Cómo podía haber salido esa frase por su boca?
Si, siempre lo había pensado, pero era algo que se permitía pensar y no
verbalizar. ¿Qué iba a pensar él ahora? Muy lentamente él levantó la mirada y
clavó sus ojos en los de ella. ¿De verdad había dicho eso? La vio sonrojarse a
tal punto que parecía sencillamente un tomate. Una esperanza invadió su pecho,
no pudo contener las palabras en su garganta, sin poder moverse y lleno de
vergüenza, su boca comenzó a decir lo que sentía y no pudo hacer nada para
callarlas.
-No necesito que seas una niña, tu vales mas que cualquiera de ellas. Yo
no quiero una niña, quiero una mujer y tu eres la mas hermosa y especial que he
conocido.
Una nueva oleada de sangre invadía las mejillas de ella y la dejaba al
descubierto en su vergüenza. ¿Cómo había llegado la conversación a este punto?
¿Por qué de repente sentía ganas de abrazarlo y decirle que todo iría bien? Sentía
que se estaba volviendo loca, él era un niño a su lado, no podía estar diciéndole
todo aquello enserio. ¿De verdad ella había provocado aquello? Quería salirse por
la tajante, pero no encontraba la manera. Por un lado, algo en ella quería creérselo
y pensar que realmente alguien de su edad podía fijarse en una vieja como ella.
Por otro, sentía miedo de que esto no fuera mas que el desvarío de un niño
confundido, que simplemente se sentía solo y había malinterpretado todo. ¿Podía
llamar amor a algo así o simplemente eran los desvaríos provocados por las
hormonas de un adolescente? Ella se quedó muda y pensativa y a él lo inundo el pánico.
¿Habría dicho lo que no debía? ¿Ella se ofendería? ¿Saldría corriendo? Ninguno
de los dos sabía exactamente como reaccionar, pero sacando valor de Dios sabe
donde, él dio el primer paso y habló.
-Lo siento, hace mucho que me pasa, no quería decírtelo porque me daba
miedo que me dejaras de hablar al saberlo. No sé como, ni cuando, solo sé que
un día me enamoré de ti y desde entonces no te has ido de mi cabeza. Quiero
estar contigo, pero tu amistad vale mucho para mi y no he querido perderla, por
eso ninguna otra me parece lo bastante buena, por que en mi cabeza solo estas
tu. Te prometo que no pretendo nada, si me rechazas yo seguiré siendo tu amigo
y te tratare como siempre, solo quería ser claro y honesto con mis
sentimientos. Me gustas y no puedo evitar que eso pase, pero siempre respetaré
lo que pienses y decidas.
Los nervios hacían que él tartamudeara un poco y que hablara mas deprisa
de lo normal, casi sin coger aire, las palabras se atropellaban una tras otra
al salir por su boca. “No es cierto, esto no me puede estar pasando” – pensaba
ella – “Es muy joven, no sabe lo que esta diciendo”. Él esperaba pacientemente
la reacción de ella, el miedo no le permitía moverse, quería que le dijera que
le correspondía, pero le resultaba mucho mas importante no perderla. Si tenia
que seguir siendo su amigo, lo aceptaría, lo que sea menos perder a una persona
tan importante para él. Ella se levantó de la silla lentamente y se acercó a la
puerta, pero él corrió hacia ella y le obstruyó el paso. No podía dejarla ir así,
tenía que intentar salvar lo que quedaba de esa amistad como fuera. Pero ella seguía
sin reaccionar, ensimismada en sus pensamientos, ausente de todo en aquel
momento. A pesar de las edades, él era mas alto que ella y no lograba ver la expresión
de sus ojos, así que se agachó un poco para intentar ponerse a su altura
mientras se acercaba con cautela, no quería asustarla, solo saber en que punto
les dejaba toda esta confesión. Por un momento se arrepintió como nunca de
haberlo dicho, sentía que lo había arruinado todo. Entonces se acercó lo
suficiente para ver los ojos de ella llenos de lágrimas. ¿Lloraba de pena o de alegría?
Dudó un momento, pero levantó su mano muy despacio y la tomó del rostro, le levantó
la cabeza para verla mejor y le dijo “Tranquila, no llores por favor”. Ella no podía
contener las lágrimas, no sabía que le pasaba pero de un momento a otro solo sentía
ganas de llorar, la tensión del momento le resultaba frustrante, no sabía como
proceder, no quería herirlo pero tampoco salir herida. “Si me lo hubiera dicho
antes…”- pensaba una y otra vez. En realidad sabía que nada habría cambiado,
solo le habría explicado su confusión y todo habría quedado en un recuerdo
gracioso, pero vio tanta sinceridad en su rostro que no pudo bromear al
respecto. “No puedo perderlo” – pensaba – “Él es mi único gran apoyo ahora
mismo”. Le temblaban las manos y se le había formado un nudo en la garganta, no
podía hablar a pesar de que quería aclararlo todo. En ese momento, solo se le ocurría
huir de esa habitación y pensar las cosas con mas calma, pero él entorpecía su
paso y ahora, además, estaba haciendo que él se sintiera mal por que no podía
controlar sus lágrimas. Él se conmovió, un sentimiento de querer protegerla y
cuidarla de todo lo invadió tan fuertemente que no pudo contenerse, sin darse
cuenta dio un paso al frente y la abrazo todo lo fuerte que pudo y pasados unos
segundos, sin ser siquiera consciente de como su cuerpo estaba actuando,
levanto su rostro una vez mas y la besó. Su llanto cesó inmediatamente. Eso era
mas de lo que podía soportar en ese momento. Lo empujó lejos de ella y salió
corriendo de la habitación. Él se sentó en la cama y se sujetaba la cabeza.
¿Por qué había hecho eso? Ahora si que ya no había remedio, seguramente ella se
iría y no volvería a verla o a hablarle. ¿Cómo había podido sobrepasar así el
limite?. “¿Pero que me ocurre?” – se decía a si mismo lleno de frustración.
Ninguno de los dos logró dormir esa noche. A la mañana siguiente, ambos
se morían de la vergüenza y no querían salir de sus respectivas habitaciones.
Ella dudaba si debía irse de allí o simplemente aclarar las cosas. No dejaba de
acariciarse los labios, había sido un beso fugaz, pero no por ello dejaba de
parecerle dulce, aunque cargado de ansiedad. Cuando todos los demás salieron de
la casa, ella se asomó por la puerta. Parecía no haber nadie, pero al llegar a
la cocina él le había dejado el desayuno preparado y una nota que decía “Lo
siento, por favor, déjame explicarme”. ¿Qué debía hacer? Estaba claro que ella
le gustaba, pero… ¿Ella tenía claro si él le gustaba? ¿Acaso podía
corresponderle? ¿Era correcto que todo aquello pasara? No, eso no era posible,
la diferencia de edades era demasiada, seguramente todo había sido una simple confusión.
Pero entonces… ¿Por qué se sentía tan nerviosa en su presencia? ¿Por qué no
dejaba de recordar ese beso tan corto? ¿Por qué le había parecido corto? ¿Acaso
realmente habría querido que durara mas? “Bueno, se supone que yo soy la
adulta” – se dijo a si misma. Se armó de valor y golpeo su puerta, escucho como
él salió corriendo a abrirla. “Vamos, has rechazado a muchos chicos antes, no
es necesario herirlo, solo hay que hablar” – se repetía una y otra vez mientras
cruzaba la puerta. Se sentó en la silla sin decir palabra, él ni siquiera cerró
la puerta, se sentó en la cama mirándola fijamente, pensando en como explicar
todo aquello, en como disculparse… Pero no pudo mas y se quebró.
-Perdóname – sollozaba una y otra vez – Perdóname por favor, yo no quería
hacerte sentir mal, no quería que lloraras. Te prometo que nada cambiará entre
nosotros, solo no me dejes, no quiero perderte, no puedes dejarme solo….
Su voz se quebraba todo el tiempo. Se sentía impotente. El miedo
inundaba todo su ser, no quería perderla, pero sabía que merecía su desprecio, había
cruzado el límite de lo permitido. Las lágrimas se le caían sin control. Ella
no pudo con esa imagen. Se levantó de la silla y camino hasta la cama, se
arrodillo frente a él, le apartó las manos del rostro con suavidad y limpió sus
lágrimas. Él apartó el pelo de ella con una mano y la miro a los ojos. “Yo te
quiero, no me dejes solo” le dijo casi en un susurro. Se miraron a los ojos y
de repente sintieron el mundo desaparecer. Él sintió nuevamente las ganas de besarla,
pero el miedo de volver a fastidiar la situación lo tenía paralizado. Ella
desconectó la mente durante unos segundos, se acercó a él lentamente, a solo 2 centímetros
de sus labios se quedó quieta, mirándolo a los ojos, retrasando el momento del
beso, dudando sobre lo que estaba haciendo. Él no pudo con el suspense y se
precipitó contra ella. Se encontraron en un beso cargado de tensión, pero que
pronto se volvió dulce e intenso. No podían pensar, no había nada mas en el
mundo que ellos dos fundiéndose en un beso, un beso que ninguno de los dos había
tenido jamás. Fue extenso, lento y lleno de ternura. Poco a poco sus
respiraciones se aceleraron, y la ternura iba desapareciendo para volverse todo
cada vez mas intenso. Ella notó esto y lo apartó con suavidad. Se quedaron mirándose
a los ojos y entonces ambos sonrieron. Se sobresaltaron al escuchar la puerta,
cada uno se acomodó en una punta de la habitación, escondiendo la mirada el uno
del otro, la vergüenza los inundaba. Volvieron a escuchar la puerta cerrarse y
ambos soltaron un suspiro, como si hubieran estado sosteniendo la respiración y
rieron nerviosos al darse cuenta de esto. Ella se dispuso a salir de la habitación,
pero él la tomó del brazo para frenar su huida. La abrazó con fuerza y le susurró
un “Te quiero” al oído. Ella se ruborizó por completo y al levantar su mirada, él
volvió a besarla, con calma, con dulzura, disfrutando del roce de sus labios. Él
no podía siquiera cerrar los ojos, se deleitaba viendo el rostro de la mujer
que quería disfrutando de sus besos. La cogió por la cintura la apretó contra él,
vio como sus mejillas se enrojecían y su respiración se agitaba. No importaba
nada, de repente las diferencias de edad o sociales carecían de sentido, eran
ella y él expresando un cariño que sabían prohibido.
El teléfono sonó y les devolvió la consciencia de lo que hacían. Se
separaron como si hubieran sido descubiertos, ella recuperó el aliento y atendió
el teléfono, él se quedó detrás de ella abrazándola, con su cabeza apoyada en
uno de sus hombros, aspirando su aroma, disfrutando del tacto de su piel. Ella
hablaba rápido y nerviosa, sonreía de un modo tonto e intentaba mantener el
hilo de la conversación. Cuando colgó, volteo a verlo, él tenía la misma
sonrisilla tonta, la tomó de las manos y volvió a acercarse a ella.
-Para, espera… No está bien… Tenemos que parar, esto no puede pasar.
Él llevó las manos de ella a su pecho, el corazón le latía con tanta
fuerza que parecía que iba a salir disparado hacia afuera. Ella sonrió
tímidamente. ¿De verdad provocaba esa reacción en él? Puso atención a sus
propios latidos, su corazón también latía desbocado. ¿Desde cuando pasaba esto?
Ella nunca había notado nada parecido. “¿De verdad es tan malo dejarse llevar?”
– pensó para si misma. Con una de sus manos, acaricio el rostro de él y le sonrió.
Se veían felices el uno al lado del otro, no había nada en que pensar, solo había
mucho que sentir. Ella se puso de puntillas y volvió a besarlo, mientas sus
brazos rodearon el cuello de él. Sus respiraciones se aceleraron una vez mas y
ambos comenzaron a acariciarse desde el pelo hasta donde llegaban el largo de
sus brazos. La ternura se convirtió en desesperación, buscaban la boca del otro
con anhelo absoluto. Sin dejar de besarse, él la guio hasta la cama y la
recostó con cuidado. No había tiempo de pensar que, si alguien entraba, los
vería. No podían centrarse en nada mas que acariciarse y saciar la sed que
tenían el uno del otro. Se acariciaban con pasión, como nunca antes ninguno lo había
hecho con nadie mas. De repente él olvidó que era su primera vez, no había
nervios en su ser, solo ansias de estar con la mujer que quería y que tanto había
esperado. Ella se decidió a apagar su mente, no quería arruinarlo, solo se sentía
feliz y quiso disfrutar esa sensación al máximo, hacia demasiado tiempo que no
se sentía así en los brazos de alguien. Sin darse cuenta, ambos se perdieron
entre las sabanas.
Él despertó el primero, se sentía confuso al principio, pero la
sensación de felicidad que lo inundaba era inigualable, nunca antes había
sentido algo así en su vida. Bajó la mirada y la vio a ella, abrazada a él,
rodeando su cintura y durmiendo plácidamente. Su pelo estaba revuelto y su
lápiz labial había desaparecido. Fue entonces que al contemplar su rostro al
natural, lleno de paz y con una leve sonrisa en sus labios, que comprendió que
estaba irremediablemente enamorado de ella. Nunca había sentido algo así por
ninguna otra chica. Ella había sido la primera en tocarle el alma, en llenarlo
de ternura y amor incluso estando lejos, había sido la primera en desnudarlo, aceptarlo
y comprenderlo incluso cuando ni el mismo podía hacerlo. Solo ella había
conseguido besarlo de esa forma, acariciarlo a ese nivel… “Si esto es un sueño,
no quiero volver a despertar” – pensó
en sus adentros. Se sentía alguien diferente, por primera vez se sentía feliz
sin necesidad de aparentarlo, algo dentro de si mismo había cambiado en el
momento en que la había besado por primera vez. Se quedó allí, abrazándola,
contemplando su rostro, sonriendo como un niño al que acababan de dar el mejor de
los regalos, era incapaz de disimular la felicidad que sentía en ese momento.
Ella despertó e inmediatamente noto el calor del cuerpo de él. Se
asustó. “¿Que he hecho?” se dijo entrando en pánico. Se quedó con los ojos
cerrados, pensando en cómo salir del embrollo. ¿Por qué había hecho esto?
Acostarse con él era lo único que estaba prohibido y fue lo primero que hizo.
¿Por qué no había podido resistirse? Nunca antes le había pasado, ella siempre
había sabido resistir ante quien fuera, siempre se tomaba su tiempo para hacer
las cosas y analizar las opciones… ¿Por qué su mente había desconectado de esa
manera con él? ¿De verdad el había calado tan hondo en ella? Ella seguía sin
saber que hacer, pero entonces notó como la mano de él paseaba por su rostro,
la acariciaba con suavidad mientras con la otra mano la apretaba mas contra si
mismo. Algo dentro de ella se rompió, ya no podía seguir una lógica, sus
sentimientos la inundaron por completo, ya no era dueña de si misma y tampoco
le importaba. Con una gran sonrisa abrió los ojos y lo miró fijamente, él le
devolvió la sonrisa y le dijo “Te amo” para luego besarla.
-No sabes lo difíciles que han sido estos años esperándote. Siempre supe
que quería vivir esto contigo y con nadie mas… Y ahora sé que esperarte fue la
mejor decisión que he tomado. Te amo y ahora mismo me da igual todo, solo
quiero estar contigo. Eres la única mujer que puede hacerme tan feliz
Ella rio con timidez y se quedó ensimismada acariciando su pecho. Era
delgado, pero desprendía un calor que por momentos era sofocante. Se sentía
extraña, estaba cómoda, no sentía ganas de esconderse bajo las sabanas, sus
piernas estaban al descubierto y no le importaba, sus inseguridades habían
desaparecido en un momento.
¿Cuándo se había hecho de noche? Ambos se levantaron a regañadientes y
se vistieron. Aun había que aparentar una normalidad. ¿Cómo se tomarían los
padres de él esta oleada de sentimientos que habían despertado en ellos? ¿La
culparían a ella de haberlo provocado? ¿Alguno comprendería que simplemente el
amor no puede controlarse? Salieron juntos hacia la cocina, riéndose y
abrazándose por el camino. Él comenzó a hacer la cena para todos y ella iba de
un lado a otro preguntándole que estaba haciendo e intentando memorizar la
receta. En un momento, ya no pudo resistirse, lo abrazo por la espalda y
poniéndose de puntillas logró colocar su nariz en la nuca de él, entonces,
respiró profundamente sintiendo su olor. Era exquisito, olía a perfume pero,
sobre todo, olía a su piel y su olor le pareció el mas magnifico del mundo. Él
tampoco pudo resistirse, se dio la vuelta y la besó… pero saltaron del susto al
oír la puerta. Con las mejillas al rojo vivo de pura vergüenza, ambos se
separaron y comenzaron a dar vueltas sin rumbo dentro de la cocina. Aun con sus
padres delante, ninguno podía evitar seguir riendo y dándose miradas de
complicidad, todos lo notaron, pero nadie dijo nada. Al acabar de cenar,
pusieron una película en el salón, pero sus padres estaban demasiado cansados y
no pudieron soportar la vigilancia, así que uno antes y otro mas tarde, pero al
final ambos se fueron a su habitación. A pesar de que habían dejado la puerta
abierta, en cuanto escucharon los ronquidos, ambos comenzaron a besarse y a
quedarse abrazados uno encima del otro. No prestaban atención a la película,
solo iban conversando mientras se robaban besos de vez en cuando. Al acabar,
apagaron todo y se fueron a la habitación de él, quien en cuanto cerró la
puerta, la cogió por un brazo y la acorraló contra la pared, donde le dio un
beso cargado de pasión. Esta vez ninguno de los dos pudo dormir después, así
que se quedaron charlando mientras estaban enredados en las piernas del otro. Él
jugueteaba con el pelo de ella y ella pasaba sus dedos por el pecho de él.
-Ahora mismo me siento la persona mas feliz del mundo. Yo sabía que
esperarte no era un error, estoy enamorado de ti hace tanto tiempo que me dolía
el pecho al tener que esconderlo. No me importa lo que digan los demás, yo te
quiero y no voy a dejarte escapar, eres lo mas maravilloso que me ha pasado en
la vida.
Ella mantenía silencio, no sabía que decir exactamente y tampoco se
fiaba del todo de lo que él le decía, después de todo, era muy joven, creería
haber encontrado al amor de su vida miles de veces en los años venideros. Él
notó su inseguridad y levantándole el rostro para clavar sus ojos en ella,
volvió a la carga.
-No importa que ahora no me creas, mi corazón siempre me dijo que tu
valías mas que mil mujeres juntas. No quería estar con nadie mas, solo te
esperaba a ti. Había veces que pensaba que estaba loco, que tu jamás me ibas a
permitir demostrarte cuanto te quiero. Cuando pasábamos mucho tiempo sin
hablar, pensaba que ya no te preocupabas por mi o ya no querías saber de mi…
Por suerte, me equivoqué. Te juro que yo jamás te hare daño, yo no seré como
esos imbéciles que has tenido, yo sé lo que vales y nunca voy a hacer nada para
lastimarte, eres mi princesa y te trataré como tal, jamás te mentiré y siempre
hablare contigo de todo. Solo déjame demostrarte que puedo ser todo eso que
necesitas y quieres, déjame ser el hombre que te ama con locura y que hace lo
que sea por ti. Dame la oportunidad de hacerte feliz.
Ella nunca lo vio tan serio respecto a algo, realmente estaba convencido
de poder con el mundo y todo lo que se pusiese por delante para estar con ella.
Ambos se jugaban mucho si lo que pasaba entre ellos se hacía público, por
muchos buenos sentimientos e intenciones que hubieran, estaba mal visto que dos
personas tan diferentes estuvieran juntas. Se tomaron de la mano para infundirse valor y salieron así a recibir a los padres. No importaba nada, solo querían ser felices.