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martes, 15 de octubre de 2013

El Primer Maraton

Ya solo le quedaban unos pocos kilómetros. De él dependía que todo el esfuerzo realizado no hubiese sido en vano. Muchas batallas habían tenido lugar desde el comienzo de la guerra contra los persas. Tres campañas y cerca de dos años habían pasado desde que Darío I tomó represalias por el apoyo de Atenas a Jónia en contra del emperador. Pero todo el esfuerzo caería en el vacío de no llegar a tiempo. Los persas habían sido vencidos, mas las mujeres tenían clara su labor. “De no tener noticias de la victoria de sus soldados antes del amanecer deberían sacrificar a los niños y terminar con sus propias vidas. Pase lo que pase Atenas no caerá”. El mensaje debía de llegar a tiempo, y él era el único en condiciones de llegar a tiempo.

    No servía de nada esperar el ataque y defender la ciudad, era demasiado grande, demasiado vulnerable en su retaguardia al no haber suficientes soldados. Se unirían fuerza con sus aliados espartanos y se iría en busca del enemigo. Lugar: la playa de Marathón. Objetivo: nadie pasaría; sin prisioneros, sin supervivientes, sin tregua. Morir o matar. Aún en desventaja de dos contra uno se iría a la batalla. Al llegar a la playa unas seiscientas naves esperaban ansiosas, seguras del éxito. La noche se hizo eterna en el campamento ateniense. A pesar de que nadie dormía reinaba el silencio. Cada hombre afrontaba la situación a su manera. Algunos limpiaban sus armas, otros lanzaban sus plegarias a los dioses, los más dirigían sus maldiciones contra el enemigo.

    Aún agotado los músculos seguían bombeando y empujándole a su destino. Hacía tiempo que los pulmones le ardían, los calambres le agarrotaban y hacían que cada zancada fuese más dolorosa que la anterior. El frío de la mañana no alcanzaba a secarle el sudor ni a sofocar el calor de su cuerpo. El corazón se le salía por la boca, los latidos le retumbaban dándole la sensación que en cualquier momento se le reventarían las sienes. Era una carrera contra el sol que no podía permitirse el lujo de perder. Cruel ironía la de los dioses que permitían que aunque ganada la guerra fuese posible perder. Aunque le habían educado en la creencia de que el destino era obra de la voluntad de los dioses él sabía que la voluntad de los hombres tenía cierto poder, y si no la de los hombres si la suya.

    Amanecía en la playa de Marathon. Los persas desembarcaban inconscientes de que estaban pisando tierra por última vez. Pobres diablos, más les hubiese valido dar media vuelta y regresar junto a su tirano emperador; hubiese tenido más compasión con los traidores que los atenienses tendrían con cualquiera que se atreviese a imaginar invadir su tierra. Un muro de soldados atenienses y espartanos se alzaba por toda la costa. Las lanzas y las flechas se alzaron por el cielo, la caballería persa cargó una y otra vez estrellándose contra la muralla humana que aún seguía en pie, desafiante. La infantería arremetió con sus espadas, las hachas escitas no fueron suficientes, y ni los arcos y lanzas de la élite persa lograron diezmar las filas griegas. Los cadáveres recubrían la playa, algunos de ellos eran arrastrados mar adentro, otros muchos teñían la arena de rojo. Se habían logrado los objetivos pero la noticia debía de llegar a la ciudad. Solo un soldado, el más joven; seguía en pié y lo bastante ileso como para llegar antes del alba. Los demás se encargarían de  cuidar a sus heridos y de asegurarse de que todo persa que hubiese osado poner un pie en Grecia no viviese para contarlo.

    Hacía casi un día entero del inicio de la batalla. El guerrero,casi sin fuerzas, corría desacompasado; ya veía las puertas de su Atenas natal. Solamente esperaba que las mujeres no se hubiesen precipitado en su labor. Corrió con su último aliento al ágora donde espectantes aguardaban las madres, hijos y ancianos. La multitud se apartó dejando paso al héroe. Entre la gente sus ojos buscaban un rostros, el rostro con el que había soñado desde que partió. Ansiaba contemplar los ojos que derramando lágrimas le dijeron “adiós”, deseaba volver a besar los últimos labios que había besado antes de caer. A duras penas logró ver ese rostro a pesar de estar iluminado de felicidad por su regreso. Se aproximo intentando que sus piernas no le fallasen, se plantó delante de su amada haciendo un último esfuerzo por no derrumbarse. Apenas con un hilo de voz logró articular su mensaje. “Victoria”. Acto seguido cayó de rodillas y exhaló su último aliento.
    Entre gritos y celebraciones de victoria la multitud se arremolinaba en torno a una mujer que contemplaba como su guerrero moría en sus brazos. La alegría embriagó tanto a los ciudadanos que ninguno se dio cuenta de como la mujer, con los ojos arrasados en lágrimas; se clavaba un puñal en el vientre. Tal vez los persas hubiesen sido derrotados, tal vez Atenas no habría caído y Grecia estuviese a salvo, pero ella hubiese preferido una vida sin Atenas, sin Grecia; que un solo momento más sin su soldado.

lunes, 14 de octubre de 2013

La Despedida

Los primeros rayos de sol tintaban de rojo las nubes más lejanas. Las olas del mar susurraban  al romperse en la orilla. Su caballo ya estaba en pie cuando se despertó. Se desnudó y se metió en el agua. No sabía cuando sería la próxima vez que sentiría ese agua cristalina y fría mientras contemplaba el perfil recortado del puerto desde el cual partiría poco más tarde. Después de refrescar su cuerpo con el agua salada regresó a la arena. Tumbada en la arena estaba ella, mirándole. Él se acercó y arrodillado a su lado la besó por última vez. Comenzó a vestirse.

    El tiempo de la ternura había acabado, se despedía de la dulzura y del cariño para adentrarse de nuevo en otro mundo. Un mundo de hombres donde no hay lugar para la compasión, un mundo de honor donde no hay sitio para la piedad; un mundo de héroes y gloria....o al menos así se veía desde fuera y así debía de ser para un soldado del rey. Pero él no encontraba el honor en asesinar pueblos enteros, no había nada de heroico en generales y capitanes que sacrificaban a sus soldados en pos de su propio reconocimiento, no existía la gloria en ver caer uno tras otro a miles de hombres lejos de sus hogares y sus familias que jamás volverían a ver a ese hermano, a ese padre o a ese amante. Si se iba, en el mejor de los casos moriría en batalla; en el peor regresaría como tantos otros, sin una mano o sin una pierna viviendo como un paria, de la caridad ajena.

    Ella le miraba mientras se vestía y se colocaba la armadura. Las lágrimas comenzaron a brotarle en silencio, no había lugar para la ternura ni para las despedidas. Él se marcharía y ella debería contraer matrimonio con el noble de turno que su padre eligiese. Se supone que era lo que una dama debía hacer: ser esposa, amante del hombre que fuese más conveniente para la familia. No había sitio para el amor ni para los sentimientos. En el mejor de los casos enviudaría aún joven y podría ser libre; en el peor tendría que ser mujer, amante y esposa de un marido que no amaba.

    Fuera lo que fuese lo que deparase el destino, deberían hacerse a la idea de que aquella había sido su última noche juntos. Su última noche en ese lugar donde quedaron por primera vez, dónde él la tomo entre sus brazos y ella se entregó. Ese lugar donde ella se escapaba cada noche a esperarle. Ese lugar donde él, furtivamente la hacía suya, y él se hacía suyo. Ese lugar donde sus sentimientos eran libres y daban rienda a sus pasiones. Ellos y el mar. Los tres ajenos a la ciudad, a sus costumbres y a sus cuchicheos.

    Ya era la hora. Se miraron por última vez, ella con la mirada dulce posada en el caballero; él con el semblante serio clavado en ella. No había cabida para las palabras. Se subió a su montura y desapareció entre la niebla de la mañana

viernes, 11 de octubre de 2013

Una noche

La luz de la farola iluminaba tenuemente el cuarto. Solo silencio. Estaban sentados en la cama, él reposaba su espalda contra el cabecero; ella se apoyaba contra su cálido pecho. Habian estado hablando todo el día. La madrugada se les había echado encima sin percatarse, el mundo no importaba; solo ellos, una pequeña habitación y todos sus secretos derramándose. Él jamás se había sincerado tanto con nadie, pero se sentía en deuda por toda la confianza que ella había depositado.

    Ella no estaba aún muy segura, a penas hacía unos días que le conocía pero por todo lo que le había contado él en ese tiempo, le daba la impresión de conocerlo desde hacía años. Aún así eran muchos los desengaños que había sufrido y el daño recibido. Por otro lado ya había pasado tiempo, más del necesario, para pasar página.

     Él le acarició el cuello. Cuando lo hizo sintió como un temblor recorría el cuerpo de su dama. “Tranquila” le susurró, “te prometo que no pasará nada que no quieras que pase, y que pase lo que pase estaré contigo”. Ella se giró y le besó...primero con duda, después con ternura; luego con pasión. “Quiero que estés segura de lo que vas a hacer, no quiero que te arrepientas”. Ella asintió con la cabeza; se tumbaron abrazados en la cama y recorrieron sus cuerpos con las manos. Entre besos y caricias se perdieron entre las sábanas.

    La habitación se convirtió en su universo, solo se necesitaban el uno al otro. Como dos naúfragos que se encuentran tras la tormenta, un descanso de todo lo malo del mundo; eso eran el uno para el otro. Pasaron los minutos y las horas. Sus cuerpos agotados se abrazaron.

    La claridad del sol la despertó. Pasaron unos minutos hasta que recordó todo. Una sonrisa invadió su rostro. Se revolvió en la cama y ahí estaba él. Despierto pero inmóvil. Ella le miró con una mueca interrogativa. “¿Qué te pasa?...¿estas bien?.” “No”, contestó él. “No estoy bien”. Ella no entendía nada, quizás había hecho algo mal, tal vez él ahora se arrepentía de lo ocurrido. “¿Qué es lo que te pasa?, ¿que sucede?”. Él la abrazó. “Que prefiero pasar mi vida despertando con la luz de tus ojos antes que con la luz del sol.”  

jueves, 10 de octubre de 2013

Desicion



-No voy a reclamarte nada, solo creí que tenías derecho a saberlo...
Monica exhibía su enorme y abultada barriga frente a Sergio, que se hallaba paralizado, con los ojos abiertos como platos y sin creerse del todo la escena.
-Ya sabes porque desaparecí tanto tiempo, no sabia exactamente si querrías saberlo, pero sé que tienes el derecho. No voy a pedirte nada, no voy a pedirte dinero ni que te hagas cargo de un error que a fin de cuentas ha sido mío. No vengo a reclamar, sino a hacerte sabedor de lo que llevo conmigo. No quiero que te sientas en obligación de hacerte cargo ni que creas que esto lo hago a modo chantaje emocional para que estés conmigo, porque te juro por este hijo nuestro, que no es así.

Sergio seguía paralizado en medio de la habitación, la misma donde habían concebido al pequeño hijo que ahora Monica llevaba en su vientre.
Monica cogio sus manos muy lentamente y las puso sobre su vientre desnudo.

-No se lo que es, solo se que yo soy su madre y tu su padre...pero llegado el momento, no se lo diré si tu decides que no quieres o no puedes pasar por esto. No quiero que nos casemos ni que finjamos un amor que no sientes, solo quiero que pienses muy bien si quieres estar en la vida de este bebe o prefieres olvidarte del tema. Yo jamás volveré a molestarte si decides que esto no va contigo o que es demasiado para ti.

Sergio movía sus manos por el vientre de Monica y no daba crédito...entonces el bebe pateó con fuerza y Sergio saltó hacía atrás bruscamente, asustado y a la vez asombrado.

-Te reconoce, conoce nuestro tacto mejor que nosotros mismos. Es su modo de saludarte.

Monica y Sergio se habían conocido hacia ya 13 meses, de los cuales hacia 8 que Monica esperaba este hijo. En 5 meses ella se había enamorado de el, pero Sergio tenia miedo, ya le habían roto el corazón y temía que volviera a pasar, aunque el verdadero motivo, el que nunca confeso a Monica, es que el recuerdo de su antiguo amor seguía intacto en su memoria.
Monica tenia 25 años, ya había sufrido varias decepciones amorosas, pero lo dejo todo y lo aposto todo por Sergio. Dejo su casa, a su familia, su pueblo y su trabajo por ir tras el hombre que amaba, porque aunque había estado tiempo intentando convencerse que solo era deseo, se dio cuenta que en realidad le quería y que el merecía la pena.
Sergio tenia tan solo 28 años, hacia 2 años que había perdido a la que había sido el amor de su vida durante 7 largos años y se había encerrado en si mismo. Estaba depresivo y solo y siempre temeroso de que otra mujer rompiera su corazón en pedazos. Sin trabajo y sin nada que hacer, Sergio pasaba sus días entre cds de música y videojuegos.
Se habían conocido de pura casualidad, pero Monica, a pesar de no haberse permitido volver a pensar en un hombre, bajo la guardia un momento y cayo rendida en los brazos de Sergio. Se entendían, se respetaban y se reían del mundo y su normalidad. Eran personas que estaban constantemente juzgadas, pero se encontraron y se dieron cuenta que eran un espejo del otro.
Sergio era callado, timido y de convicciones fuertes. Se consideraba un anti-sistema y pensaba con el cerebro correcto. Por alguna extraña razón, el y Monica se entendieron desde el primer día. El se sentía a gusto, sentía que Monica no le juzgaba, que procuraba entenderlo y apoyarlo, le gustaba la forma en que ella le miraba y le hablaba a pesar de lo nervioso que se ponía solo con su presencia. Con ella se sentía completo y querido y sentía que por fin encontraba su sitio en el mundo que tanto asco le daba.
Monica era anti-social y amargada, pero con el era diferente. Sentía que ella era la única que podía ayudarle, que debía darle todo el cariño y comprensión que era capaz de generar, porque las almas heridas siempre habían sanado a su lado. Se había prometido no volver a mirar a un hombre con los ojos del amor, pero el no la juzgaba, no le decía que era una loca o un bicho raro, le hablaba con sinceridad y timidez y la hacia sentirse especial y bonita. Monica ya había reconstruido su corazón un par de veces, pero cuando estaba con el sentía que podía ser ella misma y que el completaba las partes que le faltaban.
"A veces el amor junta a 2 personas que no saben nadar y viven en islas diferentes"
Nunca se habían sentido tan aceptados. Jamás hubieran pensado que todo iría tan deprisa.
El tenia miedo, pero jamás se los confeso a Monica. Ella tenia miedo, pero jamás se dejo atrapar por ellos y estaba segura de lo significaba Sergio para ella...no iba a dejarse amedrentar por viejos miedos del pasado.
En esos 5 meses cayeron mil veces en las garras del deseo, en las caricias y los besos como si fueran una pareja que hacia mucho estaban juntos. El le cocinaba, la dejaba dormir 10 minutos mas para poder ver su rostro feliz y apacible, la sentaba en su regazo y le decía lo hermosa que era, le abrazaba por detrás en la cocina y le daba un beso en el cuello mientras ella fregaba y la acurrucaba a su lado cada noche, acariciándole el pelo y dándole besos en la frente. Ella se portaba mas como su esposa que como una recién conocida. Le cocinaba, le servia todo lo que el le permitía, le peinaba 3 veces al día y lo dejaba dormirse con la cabeza metida entre sus pechos cada noche. Le llenaba de besos al despertar y siempre pensaba como sacarle una sonrisa...incluso con el tiempo, le decía "Te quiero" cada noche y le recordaba cada dia cuanto le echaría de menos cuando no le tuviera cerca.
Monica se enamoro, no supo cuando, pero ella estaba enamorada de un hombre que aunque se dejaba querer, no la quería. El se esforzaba, pero el amor no puede forzarse y el sabia que aunque estaba muy bien con ella, no la quería.
Caprichoso y cruel el destino, que cuando ella decidió que seria la ultima noche que pasaría con el, cansada de que Sergio no la quisiera y no estuviera con ella, Mónica quedo embarazada y no lo supo hasta 2 meses después.
Aterrada por todo lo que podía llegar a pasar o lo que Sergio podía pensar, desapareció de su alcance durante 6 meses, hasta que decidió que Sergio debía saber la verdad y armándose de valor se había presentado en su casa para mostrarle la consecuencia de su ultimo encuentro pasional.

-Quiero tenerlo, pero no quiero que te sientas en la obligación de quererlo también, no quiero que estés conmigo solo por que es lo correcto o lo que se supone que debes hacer... si vas a hacerlo, que sea por que quieres esto tanto como yo.

Sergio no decía nada, seguía  sentado en la cama, inmóvil  y con los ojos salidos de las cuencas
Monica se sentó a su lado, acaricio su rostro y le miro a los ojos...

-No me quieres, dudo que algún día llegues a hacerlo, pero yo no he venido a exigirte nada... soy conciente que he sobrepasado la línea y me he enamorado de ti sin darme cuenta, por  favor, tendrás  que perdonarme por eso...pero esta vida que llevo conmigo no tiene culpa ninguna y no estoy dispuesta a renunciar a este pequeño

-Mónica, es  que...yo...no puedo...yo...

Monica puso sus dedos suavemente sobre sus labios para callar los tartamudeos de Sergio

-Yo si puedo y te aseguro que no volverás a saber de mi si ahora mismo me dices que no quieres saber nada más de esto

Sergio dudaba, no  estaba preparado para algo así y mucho menos para un niño...odiaba a los niños, pero  sabiendo que era suyo las cosas cambiaban. Sabia que lo correcto era quedarse al lado de Mónica, pero  se negaba  a renunciar a su pena y su triste estilo de vida, el  ya no sabia vivir de otra manera.
Se había quedado cómodamente regodeándose en su pena, sintiéndose  la victima y echando culpas al mundo de su mala suerte. Se había acomodado y acostumbrado a ser el engañado, el solitario, el que tenia los motivos para sentirse el despojo del mundo, pero no se había percatado de que ese papel lo ejercía hace demasiados años y ahora solo podía pensar en si quería complicarse la vida de esta forma o usar su depresión para salir del paso... después de todo, la excusa era perfecta.
Algo en su interior le empujaba a coger las manos de Monica y tranquilizarla diciéndole que esto lo pasaría junto a ella. No sabia por que seguía anclado en un sentimiento por alguien que no había hecho mas que traicionarle, no entendía por que no podía ser feliz junto a una mujer que no solo le amaba, sino que era buena, decente y le ofrecía un futuro que jamás hubiera pensado.
"Si tan solo mi cabeza funcionara como debiera..." pensó con amargura. Echaba las culpas  a su mala cabeza y su mala suerte cuando en realidad era que sencillamente el nunca quiso complicarse la vida con ella, solo la quería de una forma cómoda, teniéndola cuando la necesitaba, dejándose amar, haciéndola sustituta de alguien que no merecía sus lagrimas.
Monica lo miraba expectante, deseaba que el se diera cuenta de todo y se quedara a su lado...deseaba que Sergio hiciera a un lado su pena y se decidiera a vivir felizmente con ella pero no parecía estar por la labor.
En el tiempo que lo había conocido, Monica había aprendido a leer sus expresiones, a saber lo que pensaba sin que el lo verbalizara y una inmensa pena la envolvió cuando se dio cuenta de que estaba desubicada en esa habitación... Sergio no haría nada mas por ella y la certeza la hizo soltar una lagrima sin quererlo.
Se levanto de la cama, se puso en frente de el y se agacho con dificultad para besarle la frente.

-Nuestro tiempo ha acabado aquí...pero siempre estaré dispuesta a ayudarte si lo necesitas y si eres capaz de aceptar la ayuda y el amor de alguien.

Se dio la media vuelta, esperando que por un milagro el la frenara y le dijera que la necesitaba ,pero nada de eso ocurrió y ella salio por la puerta tal cual como había entrado.
Hacia mucho, Mónica había decidido que no podía seguir llorando por mas tiempo, por  que ella no quería criar a un hijo que viera a su madre llorar cada día. Levanto la cabeza y se dirigió a la calle con una media sonrisa en los labios, una lagrima seca en la mejilla y la certeza de que, como fuera, ella seria fuerte y podría con lo que fuera que le deparara el futuro a partir de ahora.
Sergio seguía allí sentado, pensando pero sin pensar del todo...la idea de lo correcto y lo que quería chocaban en su cabeza y su corazón.
El sonido de la puerta del cuarto cuando se cerró detrás de Mónica fue como un “click” en su cabeza y empezó a pensar más fríamente. Comenzó a analizar su pasado y su posible futuro. ¿Qué era lo que estaba haciendo con su vida?, ¿de qué le había servido el papel de víctima?....de nada. Se dio cuenta de todo lo que se estaba perdiendo: hace años que no disfrutaba de un paseo al atardecer, de un café en una terraza o de una charla amistosa cara a cara. Fue gracias a la ternura y a la comprensión de Mónica por lo que se había vuelto a dibujar una sonrisa en su rostro, por ella era por lo que aún se resistía a ceder y dejar que la vida pasase; y se dio cuenta de que era ella la razón por la cual se levantaba de la cama cada día.
Su mente iba demasiado rápido, las ideas y posibilidades se le entremezclaban. Ahora pensaba en lo que Mónica le había dado a cambio de nada. Es verdad que le gustaba tenerla entre sus brazos y que ella le hiciese compañía y le templara las noches frías, pero lo hacía por él, por no estar solo. En cambio ella había renunciado muchas veces a estar con su familia y amigos por animarle, por estar con él. Sergio sabía que la había tenido siempre que la necesitó. ¿Podía él decir lo mismo? Quizás era hora de dejar de lado la tristeza y la autocompasión y empezar a ser el hombre de la mujer que había devuelto la luz a su vida. Su cabeza seguía dando vueltas, tenía millones de preguntas y ninguna respuesta pero ya se había hartado de teorizar sobre la vida, era hora de empezar a vivir, de darse una oportunidad, de sacar fuerzas de flaqueza, de olvidar el pasado, dar un paso de gigante y arriesgarse. Es verdad, podía perder; pero si no se arriesgaba jamás ganaría.
Mónica esperaba el taxi en la acera mientras se acariciaba el vientre y lo miraba con una mezcla extraña de felicidad y melancolía. Sergio no estaría a su lado, pero la idea de un ser creciendo en su interior le daba fuerzas para seguir adelante, y que lo que tuviera que ser que fuera. Por un momento creyó escuchar a Sergio susurrando su nombre....sin duda un recuerdo que intentaba evocarle unos dias mejores. “¡Mónica!”. No podía ser. ¿Se estaría volviendo loca?. Él deseo de que Sergio hubiese elegido otro camino le hacía oír cosas extrañas en su cabeza. “¡¡Mónica!!”. Esta vez lo había escuchado con perfecta claridad. Salió de su ensimismamiento y miró en dirección a su nombre. Sergio corría hacia ella gritando con autentica desesperación. Fue ella esta vez la que no daba crédito. Abrió los ojos incrédula. Sergio llegó hasta ella, se inclinó  apoyándose sobre sus rodillas respirando con dificultad. Mónica seguía ojiplática. Tras respirar unas cuantas bocanadas de aire y aún entre resuellos, Sergio logró articular palabra.

-Si.

Ella seguía sin entender.

-Que si,.......que te quiero a ti................que quiero a ese niño.................que quiero ser feliz.

Los ojos de Mónica se derritieron en lágrimas y su cara se iluminó de felicidad. Se abalanzó sobre Sergio rodeándole en un abrazo con todas sus fuerzas.

               

miércoles, 9 de octubre de 2013

Resurgir

Después 3 años alejada de la luz del sol y de la gente,hoy se había levantado de la cama sintiéndose entera... sintiéndose una persona y no una muerta viviente. 
Se había dado un largo baño relajante de espuma y se había colocado cremas en el cuerpo. 
Se alisó el pelo,se maquillo resaltando la belleza de sus ojos y remarcando fuertemente sus labios,decidida a que no pasaran desapercibidos,y se miró al espejo sin llorar ante su imagen. Llevaba su minifalda mas bonita y mas olvidada al fondo del armario,una camiseta que dejaba parte de su canalillo al descubierto y unas deportivas desgastadas que siempre habían sido sus favoritas. 
Se sentía algo tonta,al coger las llaves dio un último repaso a su imagen en el espejo del pasillo... "Esto es estúpido" pensó, "¿Para quien me arreglo tanto?" y una voz en su interior le susurro "Para ti misma,porque mereces verte bien". 
Conforme con su respuesta,salió de casa con la sonrisa en los labios y miró al cielo... parecía que hacia una eternidad desde la ultima vez que había visto el sol,la ciudad,los edificios y la gente. 
El barullo de la calle le pareció musical y como un ciego que derrepente recobra la vista,iba maravillada del mundo y todo lo que había en él. Sus pasos eran firmes y sonreía como si le hubieran hecho el mejor de los regalos... y lo cierto es que se había hecho el mejor regalo del mundo,se había dado por fin una segunda oportunidad para seguir viviendo,para seguir adelante,para disfrutar del mundo y que el mundo disfrutara de ella. 
Nunca había destacado en nada,pero hoy estaba radiante,segura y feliz,aun cuando había creído que jamas sentiría algo así. 
La gente la sonreía y la saludaba por la calle,el sol le daba esa sensación de calor que hacia un año no tenia y el aire le revolvía el cabello... se sentía viva y,por primera vez,capaz de mirar al frente en lugar de caminar con la mirada hacia el frio asfalto. 3 años enteros perdidos entre 4 paredes,llena de lagrimas y cortes en sus muñecas... con todo lo que el mundo tenia para ofrecerle! 
No había hecho falta que nadie la sacara del pozo,no había hecho falta que la enamoraran ni que la ingresaran en un psiquiátrico como lo pretendían sus padres,solo había hecho falta que ella se decidiera a salir,a ser feliz,a re-descubrirse,a sacudirse el polvo y volver a intentarlo...solo había hecho falta tocar fondo para salir a flote nuevamente. 
Había perdido mucho tiempo,pero ahora se veía capaz de recuperarlo y sabia que lo haría. "Esta es mi nueva yo y esta es mi nueva oportunidad" pensaba para si misma,mientras sus pasos la llevaban a un pequeño parque donde había decidido tomar el sol ese día. 
Hoy empezaba su nueva vida,una vida llena de cosas que descubrir y personas que encontrar... y esta vez,sin miedo a que la dañasen,sin miedo a que el sol se ocultara otra vez para ella,esta vez haría las cosas bien y no volvería a llorar ni a sentir pena de si misma. “Si todo es cuestión de actitud,entonces encontrare mi felicidad muy pronto” pensó. 
 No se equivocaba,su felicidad estaba a la vuelta de la esquina...solo que aun no sabia la proximidad y la rapidez con la que se acercaba a ella....

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